¿Puede un partido en la oposición alcanzar el Gobierno incumpliendo con terquedad sus obligaciones constitucionales? Pablo Casado y los suyos opinan que sí y por eso actúan de modo que recuerda a la insumisión, negándose con terquedad a renovar el órgano de gobierno de los jueces y también organismos como el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas o el Defensor del Pueblo. Se trata de una actitud inconstitucional, mezquina, que a algunos les recuerda a los pandilleros de barrio.

Pablo Casado está muy seguro de que por ese camino llegará a la Moncloa, aunque otros dirigentes de su partido no comparten ese asedio a la democracia. Una de las últimas ocurrencias ha sido organizar una parafernalia itinerante a modo de convención del PP, que comenzará a finales de septiembre en Galicia, para concluir en octubre en Valencia. Por el camino, se organizarán mesas de debate con expresidentes del PP incluidos.

Es evidente que una de sus principales herramientas de convicción está siendo las encuestas que apuntan a un desgaste del PSOE, al que el gravísimo conflicto del precio de la luz contribuye de modo esencial. Obvian, por supuesto, las políticas energéticas de todos los años precedentes en que gobernaba el PP y que nos han traído hasta aquí, pero las dificultades actuales dañan gravemente al Gobierno de Sánchez.

En todo caso, los fieles a Casado ofrecen una imagen de forzado optimismo, aunque la procesión debe ir por dentro. Y es que el enemigo está en casa y se llama Isabel Díaz Ayuso, animada por su mentor, Miguel Ángel Rodríguez, y su éxito en las elecciones autonómicas madrileñas. Ayuso ha dado un paso más en el ambicioso camino que le marcan. La presidenta de Madrid ha anunciado su decisión de presentarse para alcanzar el primer puesto en el PP de Madrid y está visto que no le duelen prendas para quitarse de en medio a quien haga falta, empezando por el actual alcalde de la capital y portavoz nacional de su formación, José Luis Martínez Almeida. “Le daré manos libres”, asegura la presidenta madrileña. El regidor mira con cierta prevención los manejos de su colega. Defiende que es mejor que, como ocurre ahora, sean personas distintas las que se ocupen de las tareas institucionales y las orgánicas y quita hierro a la situación recordando que el Congreso que decidirá tal cuestión, se celebrará en la primavera próxima, así que aún queda tiempo. En Génova se resisten y, tal como informa La Razón -medio bien informado en los asuntos del PP- intentan tirar por el camino de en medio con una lista única en que quepan los dos.

¿Pero quien nos dice que la ambición de Isabel Díaz Ayuso se agotará aquí? Aunque ella lo niega, reafirmando el liderazgo de quien hoy es su jefe, Pablo Casado, debería cambiar de estrategia, cumpliendo con sus obligaciones de Estado, presentándose como un político responsable y coherente, porque en esta carrera que parece no tener fin, se ha convertida en una competición para ver quién tiene menos escrúpulos, con lo que alguno puede acabar trasquilado.