Lo más preocupante hoy, en esta crisis que sobrellevamos como podemos, continúa siendo la situación de los ancianos en las residencias para mayores. Los datos son inquietantes:  los contagios en los centros sociosanitarios han subido más de un 34% desde final de octubre, según números que manejan las comunidades autónomas. Las lamentables cifras se concretan en que, desde octubre, uno de cada cuatro fallecimientos por el Covid se han producido en estos centros.

La pandemia está dejando en evidencia los agujeros de la estructura social de nuestro país y la falta de interés de varias Comunidades Autónomas en supervisar y atender a los dependientes, como si no fuera con ellas. A fin de cuentas, sus residentes tampoco son electores que puedan acudir a depositar su papeleta los días en que se abren las urnas. Encima, en muchos casos, son fondos buitre y sociedades de inversión los que comercializan esas negocios, sin dedicar los esfuerzos, el control y la inversión necesaria para cuidar correctamente la vida de los que nos alumbraron.

En abril averiguamos sobrecogidos que el ejército encontraba cadáveres de ancianos en sus habitaciones y que, como mínimo, en el caso de Madrid, un protocolo postergaba su atención hospitalaria. Como estaban muy graves, ¿para qué dedicar tratamientos y esfuerzos en alargar un poco sus vidas?

Ahora, el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, que dirige con total entrega el discutido doctor Simón, ha advertido de la existencia de al menos 8.700 contagios activos en residencias lo que hace temer que la sanidad, muy ligeramente aliviada ahora se colapse de nuevo y se restrinja los ingresos de mayores. En todo caso, sigue siendo tenebrosa la realidad madrileña, desde el momento en que es muy difícil saber cuántos fallecimientos se han producido a causa del virus entre la tercera edad.

Todo esto demuestra que para unos cuantos su principal preocupación es fijar la atención en las próximas consultas electorales, llamando la atención con inversiones millonarias que llegan tarde y mal. Es el caso del gran hospital para pandemias, Isabel Zendal, promovido por la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cercano al aeropuerto Adolfo Suárez. Con un presupuesto inicial de 500 millones de euros, el coste final subirá por las nubes. Su inauguración parcial está prevista para este martes, y por el momento, de los 500 profesionales voluntarios se han ofrecido poco más de 125.

Una muestra escandalosa, otra más, de cómo se orientan los recursos de la sanidad en Madrid cuando los hospitales en marcha necesitan grandes inversiones para mejorar su eficacia y ampliar un personal que ya no aguanta. Precisamente en Madrid, la gestión de la dependencia ha sido descuidada y las listas de espera para obtener una plaza pública en una residencia de mayores se renuevan, en muchos casos, gracias a la muerte natural de los solicitantes. Y por supuesto, Madrid no es la única Comunidad que ha desatendido todo esto.  

Cuando termine esta pesadilla, la situación de los mayores tiene que ser abordado con diligencia. El abandono de las residencias está siendo analizado por la Justicia porque no son simples trapacerías. Van más allá. El afán por el beneficio no puede centrarse en desatender a las personas vulnerables. Por acción o por omisión, la corrupción mata.