Hace unos días, el jueves de la semana pasada, se conmemoraba en el Teatro de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid el 125 aniversario del nacimiento del poeta y Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre. En los mismos días en que se fallaban los premios correspondientes a los Nobel de esta edición, cada vez más minoritarios en cuestiones literarias, incluso “olvidables” por citar a Aleixandre en una de sus cartas a la entonces joven poeta Pilar Paz Pasamar.

“La gloria no es el premio, no es el homenaje, no es el ruido. La verdadera gloria del poeta es que después de muerto, todavía su voz resuene en algunos corazones afines, que después de muerto no sea un libro cerrado sino que palpite, se oiga y se repita”, dijo en una de las entrevistas que concedió en aquellos días de recibir el importante galardón, tal como ha recordado uno de los mayores admiradores y estudiosos contemporáneos de su obra, el filólogo Alejandro Sanz. Presidente de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre junto con Asunción García Iglesias, Sanz fue el encargado de recopilar y prologar la nueva edición de la Poesía completa de Aleixandre con la que la editorial Lumen conmemoró el 40.° aniversario de aquel hito en la carrera del poeta y en la historia de la poesía española del siglo XX.

Los esfuerzos de Sanz e Iglesias, sobre cuyas espaldas descansan una labor de apostolado por la obra de Aleixandre y el intento de salvar la casa del poeta de Madrid, es también el lugar donde enemigos y Popes de las letras, interesados en medrar y no en el interés general, han clavado todos los puñales posibles. Todo esto apuntalado-por no decir apuñalado- por la cerrazón de la entonces Consejera de cultura de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, la que se jactó en redes de no tener lástima por los enfermos de SIDA porque son enfermedades “ que uno adquiere por su voluntad propia”.

La humana política, se opuso a la declaración del inmueble como Bien de Interés general, lo que lo deja desprotegido de su subasta, en lo que está o destrucción. Tampoco el ministro de cultura, Iceta, hizo nada, pudiendo haberlo declarado Bien de Interés Museístico, como desde la Asociación se le propuso, lo que lo habría protegido automáticamente. Si todo sigue como parece, y no interviene la iniciativa privada, que sí parece interesada en rescatar la casa de las Poesía, puede verse reducida a escombros la casa del premio Nobel, que encierra un siglo de historia literaria y política de España de Hispanoamérica.

Es justo que se recuerde al poeta que marcase casi cuatro décadas con su atención y magisterio sobre las sucesivas generaciones de jóvenes, desde los Niños de la guerra a la Generación del lenguaje, pasando por los Novísimos y Venecianos. Quizá porque, a la sombra del paraíso de su poética, y después de haber tutelado muchas de las tendencias y nombres fundamentales desde su ahora vacía casa de Velintonia 3, o su pertenencia al jurado del Premio Adonais, ya no puede repartir canonjías ni certámenes poéticos, prólogos u otras regalías por las que hasta su muerte era adulado y tenido en cuenta. Tal vez porque los políticos ya no pueden hacerse fotos con el Nobel. Llama también la atención el silencio al respecto del actual director del Instituto Cervantes y su séquito, que nada, ni ahora ni nunca, ha dicho ni hecho al respecto. Su director parece más interesado en hacerse fotos con los no-herederos de legados de autores importantísimos, faltándoles el respeto a los maestros que dice admirar, y que debería respetar, al menos, que para eso se le paga a escote de todos.

Sanz e Iglesias, consiguieron reunir alrededor de la memoria y la obra de Aleixandre, y ante la ausencia de todas las autoridades a las que parece que les sobran Premios Nobel, a esos “corazones afines”, a los que se refería el poeta, entre los que estaban las Asociaciones literarias, los escritores, periodistas, actrices y actores, cantantes, críticos e intérpretes más importantes de nuestra contemporaneidad. Entre los corazones leales a Aleixandre, las actrices Julieta Serrano y Charo López; los escritores Javier Lostalé, Guillermo Carnero, Vicente Molina Foix, Antonio Colinas, Jaime Siles, los críticos y estudiosos Francisco Javier Díez de Revenga, Vicente Granados, Emilio Calderón; el poeta y periodista Ángel Antonio Herrera; Juan Miguel Hernández León, director del Círculo de Bellas Artes, Remedios Sánchez García,   Catedrática de didáctica de la Lengua y la Literatura de Granada y presidenta de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos, Ignacio Elguero, por RTVE, Aitor Larrambide, director de la Fundación Miguel Hernández, Manuel Rico, Presidente de la Asociación Colegial de escritores, José Antonio Mesa Toré, director del Centro Cultural Generación del 27, y Victoria Galván, por la Asociación pública para la Defensa del Patrimonio. Tampoco faltó la música, de la mano de la pianista Judith Jáuregui, y de la cantante Clara Montes, acompañada al piano por José María Chamorro y al contrabajo por kiriko Gutiérrez. Entre el público, un nutrido número de integrantes de la cultura hispanoamericana, como los escritores Rafael Soler, Sol de Diego. El argentino Alejandro Guillermo Roemmers o la nueva hornada de escritores, Jorge Pozo Soriano, Marina Casado, Olira Blesa o Andrés París, entre otros. Poesía y memoria unida, más necesarias que nunca, en tiempos de muerte, guerra y desconcierto.