Por lo cual, ignoro absolutamente los motivos que al presidente del Gobierno de un país le llevan a honrar con su presencia ese espectáculo, especialmente si en ese país los ciudadanos están sufriendo una merma intolerable de sus derechos democráticos y sus libertades; y más especialmente aun, si en ese país están ardiendo, mientras tanto, muchas miles de hectáreas en uno de los mayores desastres ecológicos de los últimos tiempos, de tan gran magnitud, precisamente, por los recortes en los medios de prevención de incendios. Y no ha dicho nada al respecto. Las fotos que han publicado los medios del presidente del Gobierno español en la final del campeonato muestran a una persona feliz, contenta y enfervorizada por el triunfo deportivo de su país, no muestran un ápice de preocupación por los seis millones de parados, ni por las millones de personas que se han quedado sin servicios médicos decentes, ni por los millones de niños que han visto mermar descaradamente su derecho a la educación, ni por los miles de disminuidos psíquicos y físicos que han perdido sus centros de asistencia, ni por los millones de jubilados y pensionistas que ya se ven obligados, con pensiones misérrimas, a pagar por su salud.

Entiendo que el país se haya soflamado ante la “gloria” de haberse conseguido una copa que brillará en algún estante preferente de alguna institución futbolera. Pero no entiendo, repito, que el principal dirigente del país actúe como si éste fuera el único compromiso a cumplir de su agenda. Precisamente, durante la Eurocopa el Gobierno de Rajoy ha subido el precio de la luz y del gas, ha endurecido considerablemente la reforma laboral, convirtiendo el empleo en mucho más precario, ha aprobado el llamado “medicamentazo” y la reforma de la financiación de la sanidad pública, el país ha tenido que ser rescatado por la banca europea, se han despedido a miles de trabajadores públicos y se han seguido llevando a cabo numerosos recortes que nos afectan a todos los españoles.

España es la campeona de Europa en el arte de dar patadas. Sinceramente, preferiría que lo fuera en otras “artes” en las que, con diferencia salvo excepciones, nos quedamos a la cola; preferiría que España fuera el primer país europeo en cuanto a la categoría humana y democrática de sus gobernantes, preferiría que fuéramos los primeros en poseer una enseñanza pública de calidad, o los primeros (que lo éramos) en un servicio sanitario de primer orden; o me gustaría que fuéramos los campeones en tolerancia, en laicismo, en derechos sociales, en respeto a los animales, en inversiones en protección del medio ambiente, o ser los paladines en cuanto a justicia, derechos sociales, investigación científica o racionalidad. Sin embargo, me temo que estamos, como en un mensaje que se ve circular últimamente por la red, como el tonto de la clase, el que suspende todo y sólo destaca en religión y en deportes.

Coral Bravo es doctora en Filología