Entiendo que el país se haya soflamado ante la “gloria” de haberse conseguido una copa que brillará en algún estante preferente de alguna institución futbolera. Pero no entiendo, repito, que el principal dirigente del país actúe como si éste fuera el único compromiso a cumplir de su agenda. Precisamente, durante la Eurocopa el Gobierno de Rajoy ha subido el precio de la luz y del gas, ha endurecido considerablemente la reforma laboral, convirtiendo el empleo en mucho más precario, ha aprobado el llamado “medicamentazo” y la reforma de la financiación de la sanidad pública, el país ha tenido que ser rescatado por la banca europea, se han despedido a miles de trabajadores públicos y se han seguido llevando a cabo numerosos recortes que nos afectan a todos los españoles.
España es la campeona de Europa en el arte de dar patadas. Sinceramente, preferiría que lo fuera en otras “artes” en las que, con diferencia salvo excepciones, nos quedamos a la cola; preferiría que España fuera el primer país europeo en cuanto a la categoría humana y democrática de sus gobernantes, preferiría que fuéramos los primeros en poseer una enseñanza pública de calidad, o los primeros (que lo éramos) en un servicio sanitario de primer orden; o me gustaría que fuéramos los campeones en tolerancia, en laicismo, en derechos sociales, en respeto a los animales, en inversiones en protección del medio ambiente, o ser los paladines en cuanto a justicia, derechos sociales, investigación científica o racionalidad. Sin embargo, me temo que estamos, como en un mensaje que se ve circular últimamente por la red, como el tonto de la clase, el que suspende todo y sólo destaca en religión y en deportes.
Coral Bravo es doctora en Filología