Si te gusta dártelas de listo, antes de salir de viaje hay que hacer los deberes. Apetece eso de ser un Cicerone de baratillo y sorprender a tus acompañantes con datos como que la Alhambra, el monumento más visitado de España, funciona como un reloj de sol, cuáles son las mejores tapas de Granada o dónde comer unos piononos de infarto. Si Pablo Casado se hubiera dado un paseo por Google antes de bajar a la entronización se habría llevado toda esta información. Y también se hubiera ahorrado algún disgusto porque, si bien no abundan los artículos sobre 7 iglesias de Granada ideales para homenajear a fascistas, igual hubiera recalado en la lista que difundió la Fundación Nacional Francisco Franco de sus actos para el 20N, entre el que estaba la misa para el Caudillo en la que acabó recalando el líder del PP.

Pero a Pablo Casado no le gusta dárselas de listo, al menos ahora. Después de años glosando los méritos de su currículo trufado de anglicismos -que si Harvard, que si Georgetown-, el líder de la oposición se ha empeñado en convencernos de que se despistó y entró por error a una misa donde se homenajeaba a Franco. Es cierto que en el altar había una corona para el Caudillo y en los bancos una bandera fascista, pero entre tanto laurel y tanto pollo es fácil caer en el engaño del olor a guiso. Cómo enfadarse con alguien así. ¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Rompetechos y Carpanta?

Estos errores se evitan entrando a una misa la noche del 20N, momento del año, qué hermosa paradoja, en el que más se canta el Cara al Sol. En general, se evitan entrando a una misa, sobre todo si es un sábado noche, que es una cosa muy de señor mayor de derechas, pero yo ahí no me voy a meter. También es verdad que incluso cuando era joven, y todavía no llevaba americanas tweed, Casado ya parecía mayor. Como cuando presidía las Nuevas Generaciones de Esperanza Aguirre y se rio de "los carcas" que buscaban “la fosa de no sé quién” en “la guerra del abuelo”, transustanciándose a su vez en carca en el acto. Una frase, todo sea dicho, que tampoco es que le haya ayudado mucho a parecer inocente en esta polémica.

Para resolver este Misagate franquista, Casado tenía tres alternativas. La primera era callar y permitir que se le viera como un franquista en la sombra que no pudo contenerse porque no todos los años el 20-N coincide con la fiebre del sábado noche. La segunda era quedar como un personaje de viñeta que entra por error a la misa que no debía. La tercera opción era salir en persona y ante toda España a decir que fue un fallo inocente porque él, ante todo, es un demócrata y jamás participaría en un homenaje a un dictador. Y que condena el franquismo, ya de paso. Esta opción era la más honrosa y la que se esperaría del líder de la oposición de una democracia moderna, pero Casado ha preferido mandar a fuentes anónimas a confirmar que fue a la misa pero que no se enteró de nada. Es decir, la segunda opción con una pizquita de la primera: fomentar una imagen caricaturesca y permitir que se especule con su falta de compromiso democrático.

Y eso es lo triste, y lo que define a España: que Casado sabe que alimentar la duda de su posición sobre el franquismo no le resta votos. Si acaso, se los da.