No sé a qué esperan los organismos económicos internacionales para suspender las cotizaciones y cerrar todas las bolsas del mundo. Hoy mismo, Wall Street abrió en picada y suspendió operaciones, mientras que las bolsas europeas se desplomaron este lunes con caídas de hasta 9% poco después de la apertura de los mercados, en un contexto de pánico por las consecuencias del coronavirus y pese a las medidas que tomaron los bancos centrales el domingo pasado. Londres, París, Madrid, Roma, todos los índices de las grandes capitales se hunden sin remedio. Las bolsas de valores en Estados Unidos profundizaron sus pérdidas al reanudar las operaciones este lunes, marcadas por los crecientes temores sobre el efecto económico de las acciones tomadas por gobiernos y bancos centrales para enfrentar la pandemia de coronavirus. La voracidad del sistema capitalista es tan ciego que, incluso ante la posibilidad de quiebra de todo, mantiene su mecanismo en un afán febril de tratar de sacar beneficios incluso en los momentos más límite. Frente a esta sinrazón propia de la intrínseca naturaleza caníbal del capitalismo, hay otro capital que me interesa más en momentos de excepcionalidad y alarma. Me refiero al capital humano.

No es que todo el mundo haya estado a la altura de las circunstancias. En lo ciudadano resulta demencial que algunos crean que esto son unas vacaciones extraordinarias, o que en ciertos lugares de costa los turistas, británicos en su mayoría, hayan llegado a enfrentarse con la autoridad por continuar con sus borracheras. Creo que en unos casos y en otros, deberían continuar la juerga en un calabozo, como se ajusta a la declaración del “Estado de Alarma Nacional” y las medidas y sanciones contempladas. En cuanto a lo político, resulta vergonzoso que algunos, como la señora Inés Arrimadas de Ciudadanos o, especialmente,  el señor Pablo Casado, líder del PP, intenten rascar votos en un ejercicio de deslealtad institucional propia de sus socios preferentes, la jauría de Vox, que tras los despropósitos de sus comentarios antisistema empiezan a guardar silencio ante los infectados en sus propias filas. Casado, hacía una cosa y la contraria: aseguraba su lealtad institucional y, al mismo tiempo, arremetía contra las medidas del Gobierno, respaldadas por todas las organizaciones médicas y científicas internacionales, en un intento miserable de erosionar al ejecutivo de Pedro Sánchez y rascar votos a la ultraderecha. Fue Alberto Núñez Feijóo, presidente popular del PP, el que puso sensatez en su partido diciendo que “no es momento de criticar qué se pudo hacer mejor, sino de lealtad institucional y de arrimar el hombro”. Forma sensata y decente de llamar al servicio público de los políticos, y no al cainismo en medio de la pandemia. Esto debió calar en el presidente del PP, o en sus asesores, porque al día siguiente moderó su discurso, y se afianzó en la “lealtad mutua”, que es una nadería intelectual tan baladí y meliflua, es decir sin contenido, como lo del “feminismo liberal” de Ciudadanos.

En efecto es momento de arrimar el hombro, aunque sea a un metro de distancia, de sumar esfuerzos y consuelos, prevenciones y ayudas a los que la necesitan. De prevenir y de no generar más problemas de los que hay. Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS), declarase la Pandemia mundial por el virus del COVID-19, vulgarmente llamado Coronavirus, estamos viviendo una situación de anomalía que debería enseñarnos el valor de lo que realmente lo tiene: lo humano. Los aplausos a los médicos, sanitarios, SAMUR, agentes de protección civil, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, y todas y todos aquellos que se están exponiendo para ayudar y salvar a sus congéneres, pesa más que cualquier intento espúreo por rascar votos o cualquier cotización en bolsa. Ya Antonio Machado escribió en un irónico y certero poema “Todo necio confunde valor y precio”. Dejemos a un lado a los necios, no merecen la pena, y pongamos en valor esos intasables quilates que valen los verdaderos héroes cotidianos.  Mi aplauso, también, desde la virtualidad de este medio.