Estos calores extremos con los que ha arrancado el otoño confirman que los expertos que estudian la evolución del cambio climático en el mediterráneo están en lo cierto: las cuatro estaciones pueden quedarse pronto en dos, pues nuestro clima tiende irreversiblemente hacia la biestacionalidad, con una lenta pero progresiva desaparición de la primavera y el otoño tal y como las hemos conocido hasta ahora.

Así, mientras la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) nos recuerda que éste ha sido uno de los veranos más cálidos de los últimos 50 años, con unas temperaturas hasta 0,7 grados por encima de la media, sus previsiones para este otoño indican que también podría ser más cálido de lo normal. Algo que los más de 35 grados con los que ha arrancado la estación en muchas de nuestras comunidades vendría a confirmar.     

Ante la constatación de este aumento incesante de las temperaturas, y aunque conviene insistir en que una cosa es el tiempo meteorológico y otra el clima, cada vez son más los ciudadanos que se interesan por el cambio climático y lo consideran incuestionable. Otra cosa es lo que estamos dispuestos a hacer para mitigarlo.

¿Acaso esperamos que el resto de los problemas que nos atañen directamente lo resuelvan los políticos y las grandes corporaciones empresariales?

Prevalece la idea generalizada de que son los políticos los que deben trabajar para hacer frente a la amenaza del calentamiento global. Algo del todo cierto. Ahora bien, dicho esto, también cabe destacar el papel protagonista que debemos asumir también nosotros, los ciudadanos del mundo, para cambiar el incierto rumbo que nos señala la ciencia y poner en marcha mecanismos individuales de respuesta. Porque para hacer frente al cambio climático, los pequeños cambios no solo son poderosos: es que son imprescindibles.

¿Acaso esperamos que el resto de los problemas que nos atañen directamente lo resuelvan los políticos y las grandes corporaciones empresariales? Porque lo que está fuera de toda duda es que el cambio climático no solo nos concierne de manera directa, sino que sin nuestra implicación en mitigarlo avanzará desbocado hacia los peores escenarios.

La constatación científica de que estamos viviendo un cambio climático y que el responsable es la actividad humana nos sitúa frente a una crisis socioeconómica de primer orden, pero también frente a un reposicionamiento ético del conjunto de la sociedad. Es nuestro modelo de civilización el que está más amenazado que nunca, y esta situación requiere una actuación urgente, solidaria y colectiva a partir del uso de las dos herramientas evolutivas que han conducido a la humanidad hasta nuestros tiempos: la técnica y la cultura.

Es evidente que la respuesta al calentamiento global debe ser científica y tecnológica y que la intervención de los gobiernos y las empresas es fundamental, pero la respuesta solo será efectiva si también es cultural y hasta moral. Porque el cambio climático no requiere tan solo una acción política y una fuerte apuesta económica, sino también un nuevo posicionamiento de los ciudadanos ante el deterioro del medio ambiente, más comprometido, más responsable.