Los males de Europa con más Europa se curan y más Europa significa la aproximación de las políticas económicas de sus miembros, quizás la creación de un ministro de Finanzas para toda la zona euro e incluso la elección de un verdadero presidente de la Unión.

El pasado domingo los ministros de Economía de la zona no se pusieron de acuerdo ni siquiera en lo más acuciante: suministrar al país heleno los dineros prometidos para finales de junio.

Es posible que en estos días se desbloquee esta ayuda de emergencia condicionada a que el gobierno de Papandreu pase una moción de confianza aunque se deja para julio la plenitud del rescate si es que este se produce.

Papandreu tendrá que exigir a sus ciudadanos una dosis mayor de sangre, sudor y lágrimas pero la verdadera cuestión adopta perfiles más profundos que están en la filosofía misma de la Unión.

Tanto Angela Merkel  como los dirigentes de los países nórdicos están condicionados por sus opiniones públicas que responden a la cultura calvinista de la culpa y el castigo.

En esta cultura, desde el triunfo de Lutero y de las doctrinas calvinistas, se rompió con la doctrina romana. Se acabó con la confesión de los pecados que lleva implícito el perdón y se impuso la del castigo del pecador a quien no se da el derecho al arrepentimiento. El que la hace la paga, sin más contemplaciones.

Grecia ha pecado y no se espera otra cosa de los países de tradición católica con excepción de la rica nación francesa. Para la gente del norte la riqueza representa la virtud, la bendición de Dios y la pobreza el pecado y el castigo divino.

La desconfianza de los mercados ha saltado desde Grecia a Portugal y desde allí a Irlanda, España, Bélgica e Italia,  dibujando un mapa europeo que afortunadamente no está separado por trincheras de acero con púas pero que indica la tentación de la Europa a dos velocidades.

Sin embargo la Unión Europea y más concretamente la Zona Euro interesa también a sus países ricos pero para resolver la crisis griega y avanzar hacia la integración es preciso que los dirigentes de los países más prósperos y de forma especial de Alemania sean capaces de ejercer su liderazgo tomando decisiones beneficiosas para sus respectivos países aunque en principio no sean comprendidas por muchos de sus ciudadanos.

Angela Merkel lo tiene sin embargo muy difícil. A pesar de que Alemania se encuentra en mejores condiciones económicas que sus vecinos las encuestas cantan que la canciller perderá las próximas elecciones.

José García Abad es periodista y analista político