Una loncha de jamón entre dos trozos de pan. Ese fue el menú que la Junta de Andalucía entregó a los bomberos del Plan Infoca durante el incendio de Lubrín, en Almería, que en los últimos días ha arrasado 1.116 hectáreas. La foto del bocadillo, compartida por un bombero en redes sociales con amarga ironía —“tremendo bocata que nos hemos comido en el incendio forestal de Lubrín”—, y difundida por La Voz del Sur, no solo muestra un descuido logístico: es el símbolo perfecto del desprecio institucional de Moreno Bonilla hacia quienes se juegan la vida cada verano apagando fuegos.
Y no fue un caso aislado. En Jerez, a mediados de agosto, los bomberos forestales recibieron bocadillos de carne mechada en mal estado. Poco después, en Villanueva del Rey (Córdoba), los medios denunciaron que, tras más de treinta horas de lucha contra las llamas, lo único que se les proporcionó fue pan con dos finas lonchas de jamón York, sin aceite ni tomate. Tres ejemplos en un mismo verano. Tres señales inequívocas de una falta de planificación y de respeto de la Junta hacia estos profesionales.
Estos bocadillos indignos son mucho más que un mal almuerzo: son la metáfora de una política que alimenta con migajas a quienes ponen el cuerpo en primera línea del fuego. Tras jornadas de hasta catorce horas combatiendo llamas, a veces a cientos de kilómetros de sus hogares, la “recompensa” es pan reseco y la indiferencia del gobierno andaluz.
Si los bocadillos representan el abandono, las furgonetas adquiridas recientemente son el símbolo del despilfarro. En abril de 2024, la Junta de Andalucía compró 102 Ford Tourneo de nueve plazas, por un valor de 20 millones de euros, para trasladar cuadrillas a los incendios. Pero había un detalle que, según denuncian los sindicatos, no se tuvo en cuenta —o no se quiso tener en cuenta—: estos vehículos no están adaptados a los caminos de monte y mucho menos pueden llegar a pie de llamas.
En mayo de 2025, durante el incendio de Huércal (Almería), se evidenció el desastre. Las furgonetas resultaron ser demasiado pesadas, con un fondo bajo, incapaces de circular por pistas forestales. El resultado: los bomberos tuvieron que bajarse en el Puesto de Mando y caminar varios kilómetros cargando mochilas de agua y equipos de más de 20 kilos hasta alcanzar la primera línea de fuego. Una broma de mal gusto que, en condiciones extremas, compromete seriamente la seguridad de los trabajadores.
UGT denunció en su momento que estos vehículos no eran adecuados para el transporte de brigadas forestales, ya que excedían el peso recomendado y ponían en riesgo a los ocupantes. Por su parte, CGT presentó una querella por las “graves deficiencias” de estos vehículos, que según el sindicato carecen de la movilidad, estabilidad y amortiguación necesarias para transitar por terrenos de riesgo. La pregunta resulta inevitable: ¿cómo es posible que se hayan invertido 20 millones de euros en una flota que no cumple su función? Alguien tendrá que dar explicaciones.
A pesar de este panorama, Moreno Bonilla, no ha dudado en calificar el dispositivo contra incendios como “ejemplar”, presumir de presupuestos “récord”, y destacar la eficacia y profesionalidad del sistema. Pero, ante la realidad que denuncian los trabajadores y sindicatos, cabe preguntarse: ¿de qué presume exactamente?
¿Presume de que faltan 300 efectivos en el Infoca como denuncia CCOO? Esa carencia implica retenes incompletos, turnos interminables y zonas enteras sin cobertura adecuada. Los sindicatos lo advierten con claridad: “Con 3.000 bomberos forestales, Andalucía no puede garantizar la seguridad”.
¿Presume de que los trabajadores se juegan la vida con cascos caducados? Fabricados en 2016, superaron su vida útil en 2024. La Inspección de Trabajo ordenó su sustitución antes del inicio de la campaña de 2025, pero, según denuncian los representantes sindicales, dicha orden no se ha cumplido. ¿Ese es el modelo que se defiende?
¿Presume de pagar 1.400 euros al mes a quienes trabajan en condiciones extremas, enfrentando temperaturas de hasta 44 grados, cargando mochilas pesadas y recorriendo kilómetros por terrenos escarpados? Un sueldo que, además, no contempla pluses de peligrosidad, nocturnidad ni penosidad. ¿Ese es el reconocimiento?
¿A pesar de que lo prometió, presume de negar la antigüedad, de forma que un bombero con treinta años de experiencia apenas perciba 50 euros más que un recién incorporado? ¿Presume de que la antigüedad, reconocida en la mayoría de los sectores de la administración pública, aquí se ignore por completo? ¿Ese es el respeto que merecen?
La propaganda oficial insiste en que hay 257 millones de presupuesto y 4.700 efectivos. Sin embargo, la realidad que describen los propios bomberos forestales es muy distinta: plazas sin cubrir, material sin renovar, reconocimiento laboral ausente, sueldos bajos y vehículos inoperativos. La brecha entre los discursos públicos y las condiciones reales en el terreno es abismal.
A esta incoherencia se suma una ausencia clamorosa. Durante algunos de los incendios más graves del verano, Moreno Bonilla no estuvo con los bomberos forestales. No visitó los puestos de mando ni apareció en las zonas afectadas. Desapareció. Días después, eso sí, se fue a la Feria de Málaga a los toros, y después a la Feria de Almería. También estos días se ha marchado a actos de su partido a Galicia y Cantabria. Esta secuencia de prioridades ofrece una imagen preocupante: mientras Andalucía arde, el presidente parece estar más centrado en celebraciones y compromisos políticos que en respaldar a quienes están en primera línea.
Los bomberos forestales son, sin exageración, héroes. No solo porque se enfrentan al fuego en condiciones extremas, sino también porque resisten la desidia, la falta de reconocimiento y la precariedad de una administración que debería protegerlos y valorarlos. Luchan contra un cambio climático que multiplica los incendios, con mayor intensidad y riesgo que nunca, pero lo hacen con menos manos, menos medios y menos respaldo institucional. En este contexto, los bocadillos mal preparados, los vehículos inservibles y los discursos triunfalistas no son detalles menores: son síntomas de un modelo de gestión que desatiende a quienes más dan.
Andalucía no puede permitirse un gobierno que aborde el mayor desafío ambiental y humano de nuestros veranos con propaganda en lugar de con recursos. No se trata de discursos, sino de inversión real. No se trata de fotos, sino de dignidad.
Cuidar a quienes nos cuidan debería ser una prioridad evidente. Y, sin embargo, con Moreno Bonilla, esa obviedad se ha convertido en una batalla sindical permanente. Los bomberos forestales no reclaman privilegios: exigen lo básico. Equipos seguros, salarios justos, condiciones dignas y reconocimiento profesional. Todo lo demás son excusas vacías.