Hasta hace nada, hablar de “El beso” así, sin apellidos, aludía al precioso cuadro de Klimt mundialmente conocido. O, tal vez, al pasodoble que hizo famoso Manolo Escobar con eso de que “la española cuando besa es que besa de verdad”, en un tiempo pasado que, desde luego, no fue mejor.

Pero hoy “el beso” es otro. Es el del presidente de la Federación de Fútbol a una jugadora de la selección en plena celebración por la gesta más importante lograda por ella y sus compañeras. Es el beso de la polémica, pero, sobre todo, es el beso de la vergüenza. Vergüenza, por el hecho; vergüenza, por la actitud de mantenella i no enmendalla y vergüenza por robar el protagonismo a nuestras campeonas por un hito en el deporte y en la lucha por la igualdad.

“Besar”, según la RAE, es “tocar u oprimir con un movimiento de labios a alguien o algo como expresión de amor, deseo o reverencia, o como saludo”. Así que las razones para besar son tres: amor, deseo o reverencia. No dice nada la definición oficial de que tal gesto se haga como demostración de poder, ni menos aun como abuso del mismo, que es el caso. De modo que, técnicamente, es posible que no nos encontremos ante un beso, sino ante un atentado contra la dignidad como la copa de un pino.

Y es que el lenguaje es importante. Hablar de “besos” tiene unas connotaciones positivas que evocan a una muestra de cariño, connotaciones que el autor no dudó en utilizar para comparar ese hecho con los besos que da a sus hijas. Como si tuviera algo que ver.

Pero en este asunto hay gente empeñada en mezclar los ingredientes de un considerable gazpacho jurídico con mucho pepino, para que indigeste. Términos como “presunción de inocencia” o afirmaciones que convierten en sinónimos “delito” e “ilicitud” no hacen sino confundir a la gente y no siempre por desconocimiento. Por eso hay que recordar que la presunción de inocencia ampara a las personas, no a los hechos: un asesinato no es presunto, lo es la autoría del mismo. De otra parte, que un hecho no sea delito, o que no se juzgue como tal, no lo convierte en legal. El Derecho tiene muchas facetas, y no todo lo que no es delictivo está permitido. En concreto, nuestra Constitución, esa con la que hay quien se llena la boca para otras cosas, consagra la igualdad entre hombres y mujeres y hay comportamientos, como este, que son contarios a ello, se juzguen o no como delito.

Lo peor de todo es que, bien entrado el siglo XXI, haya quien siga dando por buena la letra del pasodoble.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)