El último gestor profesional, más o menos independiente, de Cajamadrid,  fue Jaime Terceiro. Cesado este llegaron los políticos puros como Miguel Blesa, el compañero de pupitre de José María Aznar, y Rodrigo Roto una primera figura del Partido Popular  y pretendiente al delfinato de aquel.

Acertó Miguel Blesa al hacerse con una cartera industrial importante, siguiendo el ejemplo de la Caixa. Entró en Iberia, Endesa de la que se desprendió obteniendo buenas plusvalías, MAPFRE, Iberdrola, Indra, NH Hoteles, Realia, Sacyr, etc entre otras empresas que ahora puede vender José Ignacio Goirigolzarri, en adelante simplemente "Goiri".

Pero fue más lejos que el sector en imprudencia ladrillera y protagonizó un episodio vergonzoso con Martinsa que devino en la mayor suspensión de pagos de la historia.

Por si fueran pocas las desgracias, Cajamadrid sufrió las desavenencias políticas en el seno de su partido donde contaba con la peligrosa inquina de Esperanza Aguirre, un personaje de armas tomar, letal para una entidad financiera que debe trabajar con discreción.

Como se recordará Esperanza Aguirre quería colocar en su sillón a su mano derecha, el vicepresidente de la Comunidad, Ignacio González proporcionándole una salida digna en un momento en que podían golpearle los escándalos de Gürtel.

Blesa, el compañero de pupitre se valió de todas las triquiñuelas imaginables pasteleando con los representantes sindicales, la izquierda y el clan de Gallardón.

Le sucedió de forma no del todo pacífica Rodrigo Rato, un político competente como vicepresidente económico pero que no era el gestor adecuado, lo que era de esperar pues nunca había desempeñado responsabilidades en la gestión concreta de una entidad financiera.

El nuevo presidente tuvo algunos aciertos “técnicos” pero se equivocó en lo esencial: absorber  entidades que estaban tan mal o peor que la absorbente en lugar de hacer lo que ahora afrontará “Goiri”: cerrar oficinas y vender activos.

Quizás la visión del exvicepresidente y veterano popular fuera contaminada por su instinto político.

Quizás estaba convencido que si lograba un conglomerado gigantesco no podría caer y menos con un Gobierno del Partido Popular y estando al frente de Economía Luis de Guindos, un antiguo subordinado suyo.

Pero ya no hay nada demasiado grande para caer como demostró la quiebra de Lehman Brothers de la que, curiosamente, Luis de Guindos, el descabalgador de su antiguo jefe fue presidente en España.

José García Abad es periodista y analista político