Démonos todos por perdidos, por no decir otra cosa, porque la banalidad, la superficialidad y la estupidez gobiernan definitivamente el mundo. Lo digo con consternación y pena porque, entre las muchas manifestaciones de la decadencia intelectual del género humano, empieza a ser notoria en los dirigentes. Mira que he disparado, literaria y periodísticamente hablando, contra el inefable supremacista blanco que dirige la Casa Blanca, el señor Trump -y lo seguiré haciendo-, pues resulta que al otro lado del muro de la vergüenza, en mi adorado México, preside otro iluminado peligroso de nombre Andrés Manuel López Obrador. Ya que  un señor, entradito en años, que se llama a sí mismo, y se hace llamar  por sus colaboradores y medios de comunicación “AMLO”, como si fuera una rapera del Bronx, o la mismísima Jennifer López, conocida como “J.LO”, empieza a ser sospechoso de no andar muy bien de la azotea pero, por si alguna duda nos cupiera, sus declaraciones últimas terminan por confirmarlo.  El presidente de México sorprendió al mundo esta semana al pedir tanto a España como al Vaticano que reconociesen la brutalidad de la conquista de América y pidiesen perdón por lo sucedido. Esta petición no deja de ser una salida de tono de primero de populismo. Ante una evidente incapacidad de solucionar los problemas de los mexicanos, y ante la mala gestión del día a día de sus ciudadanos, se saca un enemigo de la chistera. Como si no tuviese bastante con el vecino norteamericano de rubio mutante y su perpetua amenaza de muro, ahora se vuelve cinco siglos atrás, en una demostración de analfabetismo y anacronía histórica,  para buscarse un enemigo que no lo es, nunca lo fue, con carácter retroactivo.

Por supuesto, esta petición ha provocado un tsunami político entre los partidos españoles. Ningún líder ha quedado sin contestar a la petición del presidente mexicano. Andrés Manuel López Obrador, que ha reclamado un “relato de agravios” de los españoles en la conquista. En declaraciones a los medios de comunicación en un acto junto al candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid, Pepu Hernández, la vicepresidenta Carmen Calvo ha querido dejar claro que la petición de disculpas por parte del Rey tal y como reclama López Obrador “no va a ocurrir”.

Se trata de las primeras declaraciones públicas de un miembro del Gobierno después de que se hiciera pública la carta que López Obrador remitió al jefe del Estado solicitando esas disculpas. El Gobierno reaccionó este lunes a través de un comunicado en el que ya rechazaba la demanda del presidente mexicano. Con López Obrador se han reunido en los últimos meses tanto el propio Rey Felipe VI, que representó a España en su toma de posesión el pasado 1 de diciembre, como el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que viajó a México en enero. No parecía entonces que se sintiera muy agraviado el mandatario mexicano, ni tampoco cuando  en 2017, es decir hace menos de dos años, visitó Cantabria para conocer la tierra de su abuelo. ¿Le habrá pedido a sus parientes que pidan perdón?

La verdad es que la ocurrencia le ha salido regular al presidente “AMLO”, por no decir que le ha salido “mal, muy mal, muy mal, malamente”. Ha sido contestada por la diplomacia europea, vaticana, mexicana, académica, e incluso, y más importante, por los grupos nativos mexicanos que le preguntan si entonces los distintos grupos étnicos precolombinos deberían también pedir perdón por los sacrificios, asesinatos, esclavización o incluso canibalismo de los grupos precolombinos dominantes sobre el resto de las etnias. A este respecto quiero traer a colación la opinión autorizada de la historiadora y novelista catalana María Pilar Queralt, que con respecto a las pretensiones de Obrador declaraabsurda y ridícula la pretensión del presidente de México de que España pida perdón por la conquista. Entre otras muchas razones por el hecho de que en la derrota de Monctezuma intervinieron de forma directa los propios nativos que se aliaron con Cortés para derrotar el poder del Imperio Azteca. Por otra parte, el supuesto genocidio es muy relativo. La colonización española de tierras americanas tuvo mucho de la crueldad propia de la época, si (no olvidemos que los aztecas practicaban sacrificios humanos, por ejemplo o que las luchas tribales anteriores a la conquista para conformar el Imperio de Monctezuma no fue precisamente un juego de niños) pero los españoles no tuvieron ningún problema --a diferencia de los británicos o los franceses-- con mezclarse con los nativos, de ahí que los actuales mexicanos sean el resultado de la cohabitación de conquistadores y colonizados.”.

A todo esto, en la banalización del discurso histórico y de la diplomacia internacional, el señor “AMLO” le hace el caldo gordo a sus vecinos norteamericanos. Alimenta una animadversión inexistente entre el pueblo español y mexicano, que sólo beneficia las aspiraciones de influencia y dominio de Trump sobre Centroamérica. Sobre los oportunismos de ciertos partidos, como PODEMOS, prefiero no comentar demasiado. Bastante tienen con la sangría que no cesa de representantes de peso en su formación, por seguir apoyando un populismo desleal con las instituciones y la imagen de España, sólo comparable con el aprovechamiento de la ultraderecha para desgastar al gobierno en sentido inverso y sin embargo coincidente.

Acabo de darme cuenta de que estoy, por primera vez y sin que sirva de precedente, de acuerdo con el escritor y académico Arturo Pérez Reverte aunque, como decía Don Antonio Machado, “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”.   Yo, como antídoto, voy a releerme el Quijote de Cervantes, por desagraviarlo frente al plagiario Avellaneda, y por legitimar al padre de una lengua que han enriquecido muchos grandes hombres y mujeres a uno y otro lado del océano idiomático, verdadera patria grande y común. Lo demás son ocurrencias de estrellitas de geriátrico, como “AMLO” y Trump, que deberían montar un show  como dueto para jubilados, y dejar en paz dos países grandes, importantes, y a sus respectivas ciudadanías, que necesitan soluciones y no números de “Starlets” venidas a menos.