Tras un primer debate el lunes en TVE en que Albert Rivera fue aclamado por los medios de la derecha como el vencedor del envite, esta segunda ronda le ha sido adversa al líder de Ciudadanos. En su intervención en Atresmedia, tanto su socio Pablo Casado, por el PP, como él mismo parecían haberse puesto de acuerdo en atosigar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por activa y por pasiva, obviando exponer su programa.

Ocurre que Casado fue más artero y dejó la parte más heavy al de la formación naranja para que rematara la faena. Casado, como Rivera, lanzaron mentiras como dardos, apuntalando sus afirmaciones con cifras provenientes de la enfebrecida imaginación propia o de sus asesores, haciendo gala de una memoria prodigiosa. Tenía poco mérito, porque los números no se correspondían con la realidad.

Sánchez estuvo bien, explicando las realizaciones conseguidas en diez meses de gobierno, a pesar de tener que andar sacudiéndose de encima las dentelladas de los dos falderos socios de Vox, que no dejaban de molestar y de soltar mentiras. Y hay que decir que Pablo Iglesias consiguió establecer parámetros de serenidad y plantear objetivos concretos. Sin duda, este debate ha debido servir a Unidas Podemos para mejorar su imagen.

Destacó el nerviosismo de Rivera quien, en un estado de hiperactividad evidente, interrumpía sin parar al presidente Sánchez con latiguillos y frases hechas, muy acelerado y mostrando una flagrante falta de cortesía. Una actitud con la que también flageló a su reconocido aliado, Pablo Casado, que le devolvió en un par de ocasiones la agresión verbal.

¿Qué le pudo ocurrir a Rivera para llegar a ese punto? Se le veía nervioso desde que entró en el plató, pero lo que debió descolocarle fue la respuesta de Sánchez justo en los primeros minutos, cuando la periodista Ana Pastor le preguntó por su intención de un posible pacto post electoral con Ciudadanos, si las circunstancias lo requerían. Sánchez dejó claro que no era pertinente llegar a acuerdos con quien había plantado un cordón sanitario contra el PSOE.

Destacó el nerviosismo de Rivera quien, en un estado de hiperactividad evidente, interrumpía sin parar al presidente Sánchez con latiguillos y frases hechas

Tuvo que ser entonces cuando Rivera empezó a flaquear. Porque hasta ese momento contaba tácitamente con tener doblegado a su rival sine die, en base a que pudiera necesitar los votos de sus diputados. Pero si esa situación se ha volatilizado, ¿qué le queda? Solo el Partido Popular y Vox como compañeros de legislatura. Adiós a representar la opción de centro.

Rivera también fue víctima de su soberbia y pareció hacer suyas las palabras de José María Aznar, que como un matón de barra de bar dijo: “si tengo delante a algunos de los candidatos, me duran muy poco”. Aupado por la caverna mediática, se creyó ganador antes del segundo debate y entró como elefante en cacharrería. Quien tuvo retuvo, y su pasado como militante del PP y el padrinazgo de Aznar han dejado huella en el líder naranja.

Este miércoles, los medios de derechas, implacables, aplaudían a Casado y reprochaban su mala actuación al de Ciudadanos, conduciéndole a una dimensión inquietante. Así fue: Rivera cayó en el vértigo de los políticos que solo saben vender humo.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com