Mi consideración acerca de la actualidad del escritor W. Shakespeare no está en relación con el reciente descubrimiento de los restos de Ricardo III en los terrenos donde hoy se encuentra un espacio para aparcamiento de coches. En mi opinión, la vigencia del citado autor tiene que ver con otra de sus obras, “Julio César”, en la que sin duda muchos recordarán la oración fúnebre de Marco Antonio ante el cadáver de César, después de que hablara Bruto. Por supuesto, que no cabe sino recordar la magistral interpretación que de este personaje hizo Marlon Brando en la película en la que Joseph L. Mankiewicz adaptó la obra de Shakespeare para el cine.

En aquel discurso, Marco Antonio señalaba que César había sido definido como ambicioso por parte de Bruto, y que sin duda este debía tener razón puesto que era un hombre honrado (o de honor), y a partir de ahí enumera una serie de consideraciones en las que introduce la duda acerca de la acción de Bruto y de quienes lo siguieron en el asesinato de César, pero siempre añade que su honradez no se puede poner en tela de juicio.

En los últimos tiempos la política española se llena de datos acerca de determinadas personas, a las cuales se les considera responsables de determinados actos, pero sin embargo al mismo tiempo se nos sugiere que sin duda son individuos honrados. En el caso de la ministra de Sanidad, por ejemplo, debemos estar convencidos de que es una mujer honrada, que de verdad no sabía nada acerca de esos beneficios y favores que, presuntamente, obtenía su exmarido. En cuanto a lo relacionado con el señor Bárcenas, no debemos dudar de la honradez de todos los dirigentes del PP que compartieron con él puestos en la dirección del partido, de modo que ante los presuntos delitos que se le achacan sólo podemos concluir que tanto Rajoy como Arenas o Cospedal son gente de honor, que con toda seguridad, de demostrarse los delitos, también habrían sido engañados por el tesorero.

Como engañada ha vivido la infanta Cristina en los asuntos que conciernen a su marido. Y no menor ha sido la mentira que ha rodeado el caso de Amy Martin y la Fundación Ideas, donde todo el mundo parece resaltar el hecho de que fuera primero el propio Carlos Mulas, y luego su exesposa, quienes cobraran hasta 3.000 euros por un artículo, sin embargo lo que parece desmesurado es el hecho de que a cualquiera, máxime si nadie lo (la) conoce, es que se pague esa cantidad. Los socialistas han destituido rápidamente a Mulas, pero no sabemos quién es el responsable de no estar enterado de que se pagaran esas cantidades por una institución que, en su mayor parte, se financia con dinero público.

Volviendo a Shakespeare. Cuando Marco Antonio terminó su discurso, había conseguido que el pueblo cambiara su opinión acerca de aquellos hombres tan honrados que se habían visto obligados a asesinar a César. Estalló una rebelión. A comienzos del siglo XXI no parece que las circunstancias conduzcan a una revuelta social, pero sí podría pasar algo más grave si los partidos políticos no adoptan una decisión tajante con respecto a todos los casos de corrupción que cada día afloran. Peor que el conflicto sería la desafección con respecto a la política, el retraimiento de los ciudadanos a la hora de ir a votar y que el espacio público se ocupara cada vez más por quienes niegan la bondad del sistema democrático o por aquellos que solo hablan desde la demagogia.

* José Luis Casas Sánchez es investigador y Catedrático de Historia