Confieso que, pese al título, no tengo ni la más remota idea de cómo funciona un tractor ni de los accidentes que con él se producen, más allá de lo que los medios quieran contar al respecto.

Hasta hoy, creía que eso no era un problema. Estoy segura de que hay ingenieros, mecánicos, peritos, agricultores y profesionales varios que se ocupan y preocupan de ese tema como yo me ocupo y preocupo de otros. Pero, al parecer de algunas personas, eso no es así. Y no lo es porque por el hecho de ser mujer, feminista y comprometida con la lucha contra la violencia de género me convierte en un espécimen sospechoso y, por supuesto, culpable de todos los males de este mundo. Y hasta de algún otro

Alguien puede creer que me ha dado un golpe de calor o he ingerido alguna sustancia inconveniente y digo tonterías. Pero nada de eso. Tengo negro sobre blanco el tuit de un ser -anónimo, obviamente- que responde a un mensaje contra la violencia de género recriminándome porque no me haga eco de los accidentes de tractor. Tal cual.

El hecho no es nuevo. A diario, nos recriminan a mí, y a muchas como yo, que no nos ocupemos de los suicidios de hombres o de los delitos cometidos por mujeres, cosa que, además de ser falsa, es una estupidez. Dedicar gran parte de mi vida profesional a la violencia de género no secuestra mis neuronas para conocer de otras cosas. Incluso para acusar, cuando me corresponde, por ellas.

Pero lo de los accidentes de tractor me tiene todavía ojiplática. Como antes me tuvo la siniestralidad o los suicidios. Lo comparaba en su día con un traumatólogo al que le reprochan que, al ocuparse de los huesos, se olvida de que existen lesiones oculares. Pero esto supone una vuelta más. Es como si a ese mismo traumatólogo le recriminaran por no haber construido un puente o una carretera. Pero, claro está, el traumatólogo ni era mujer ni feminista, o, al menos, no hablaba frecuentemente de ello sino de meniscos, fémures y tendones varios. Y no por ello le llaman traumanazi, por cierto.

No es que personalmente me preocupe el tema. Como dice el refrán, no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Pero lo que sí me preocupa, y mucho, es la cantidad de gente que lee esos mensajes y los hace suyos, como si se tratara de verdades universales.

Así que voy a ponerme a estudiar un poco sobre la cría del calamar salvaje. A ver si esta vez no me pillan en un renuncio

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)