En las últimas semanas, el nieto del dictador Francisco Franco se ha paseado por los medios de comunicación - sin coche, para fortuna de los platós y por el bien de la seguridad vial- para contar su oposición a la exhumación de los restos de su abuelo a todo aquel que quisiera escucharle.

Con esa última idea en mente, la elección del público objetivo era fundamental, por lo que se le pudo escuchar en la Cadena COPE casi abrazado a Carlos Herrera –“¡Esta entrevista no podrías hacerla si el Gobierno sigue con la Memoria Histórica, don Carlos!”-. La elección de la radio de los obispos era doblemente interesante: el nicho -perdón- de público era acertado y encima podría hacer lobby a la madre Iglesia para que intercediese contra la exhumación en la basílica.

A fin de cuentas, el nietísimo alertó de que, en el fondo, la exhumación ocultaba un plan “del comunismo” para acabar con el “orden establecido”. Y no hay mayor defensa del Orden Establecido que la Iglesia católica, apostólica y romana. Y, de paso, explicó en la COPE con todo lujo de detalles que su abuelo era “una momia, porque está modificado”, como si eso no sonase a chiste sino a divinidad egipicia.

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Antes de su paseo radiofónico, Francis Franco ya había desempolvado la Olivetti para rubricar una carta abierta enfurecida al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Era el 21 de junio, cuando dejaba de reír la primavera y arrancaba por cielo, mar y tierra el verano con la serpiente de la exhumación. La carta fue publicada en La Razón, pero el diario de Francisco Marhuenda había sido segundo plato, porque la misiva había sido escrita para ABC.

Dicen las malas lenguas, como relata hoy El Confidencial Digital, que el decano de la prensa censuró la carta en el último momento por “una decisión editorial” que buscaba evitar las críticas a ABC por sectarismo. Como sería la cosa para el diario que dedicó una portada al cumpleaños de Hitler no encontrase sitio a Francis Franco entre las columnas de Hermann Tertsch o Salvador Sostres.

Menos mal que La Razón le hizo hueco y el resto de españoles pudimos tener acceso al pensamiento atropellado de Francis. No atropellado como el coche de la Guardia Civil de los agentes que le dieron el alto en la carretera, sino atropellado en el sentido de las prisas que le habrían metido desde ABC para que acabase a tiempo la carta para después darle plantón.

Una epístola en la que Francis lo mismo acusaba al Gobierno de emular al ISIS por querer cargarse los monumentos mamotréticos del franquismo -una obligación estética más que histórica- y recordaba a los españoles de bien el cuento de que su abuelo consiguió que España no se convirtiese en un “país satélite” de la URSS -lo que además nos habría dejado sin el mítico gol de Marcelino, añado yo-.

Y, además, rescataba el argumento de que el franquismo fue “un fantasma” porque “el franquismo propiamente dicho no existió ya que Franco –consciente de la excepcionalidad de su régimen– quiso crear un sistema sin implicaciones con su persona, que pudiera evolucionar hacia fórmulas de participación, bajo la tutela de la Corona”.

Curiosamente, la carta sí sirvió para algo. Porque ese argumento de que el franquismo es un invento posmoderno ha servido de argumentario a algún periodista durante este verano de muchas tertulias pero pocos temas.