Este fin de semana se conmemoraba el cincuentenario del 8 M como día de la mujer. Un hito que debería ser motivo de unión y de reivindicación conjunta, de celebración por lo conseguido y de lucha por lo que queda por conseguir. Pero, por el contrario, no hubo unión sino división, y en cada ciudad dos manifestaciones diferentes demostraban un enfrentamiento en el feminismo que nunca debería existir.
No es la primera vez que ocurre. Por desgracia, ya se está convirtiendo en algo común, algo que ni siquiera nos alarma. Y debería alarmarnos, y mucho. Porque si quienes reivindicamos los derechos de las mujeres no somos capaces de ponernos de acuerdo, nadie lo hará por nosotras. Y eso entraña un enorme peligro.
Para darnos cuenta, no hay más que echar un vistazo a los apoyos que tienen los movimientos feministas -ya no podemos hablar de un solo movimiento feminista- y su media de edad. Cada vez la gente joven está más lejos del feminismo y más cerca de tendencias reaccionarias y negacionistas. Y eso nos debería hacer reflexionar. ¿Cómo vamos a convencer a la juventud de la necesidad de seguir luchando por la igualdad cuando no somos capaces de conseguir un mínimo acuerdo entre nosotras? ¿Cómo lo vamos a hacer si obviamos todas las cosas que nos unen y exacerbamos las pocas que nos dividen?
A mí, como mujer, me duele ver esa imagen de las dos manifestaciones y me enfada que me den a elegir entre una y otra, como si fuera una niña teniendo que escoger entre papá y mamá. Y estoy segura de que hay personas a las que esta división ha llevado a decidir no salir a la calle en defensa de nuestros derechos.
Y, mientras, la realidad, que es tozuda y cruel, nos muestra cómo la lucha por los derechos de la mujer sigue siendo necesaria. Y nos lo muestre de la manera más cruel, con dos mujeres asesinadas por violencia de género, si se confirma lo que parece. Y hablo de asesinatos y no de presuntos asesinatos, porque la presunción ampara al autor, y nunca el hecho. Los cadáveres de esas mujeres están ahí, por desgracia
Por ellas, y por todas las que les precedieron, y, sobre todo, por las que pueden venir detrás, deberíamos dar una repensada al tema y plantearnos seriamente que la unión hace la fuerza. Y viceversa.
No olvidemos nunca que, cuando de igualdad se trata, todo lo que no sea avanzar es retroceder
SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)