Las estremecedoras imágenes del documental de Rossif, realizado hace ya casi medio siglo mediante el inteligente montaje de fragmentos de gran número de documentales filmados durante la misma contienda, deberían ser de obligada visión en todas las escuelas españolas. Porque el film de Rossif muestra con un rigor ejemplar la magnitud enorme de la tragedia vivida por España a partir de aquel ya tan lejano 18 de julio de 1936, con una guerra que se prolongó durante casi tres años y que se extendió hasta más allá de la muerte del dictador, por espacio de más de cuarenta años de terror. Como el propio Rossif dejó escrito, “entre 1936 y 1939 explotaron en España mil años de historia. Fue la última guerra de hombres, la primera totalitaria. En esos años un mundo murió y nació otro, el nuestro. Ese momento es nuestra película, la historia de un giro, de esa noche del universo marcado por el signo de Guernica y de la Quinta Columna, por la muerte sistemática y el choque de ideologías”.

Impacto emocional
Recuerdo perfectamente el gran impacto que me produjo “Morir en Madrid” cuando pude verla por primera vez, en París, pocos años después de su estreno en 1963 y cuando este documental estaba prohibido en España, donde sólo pudo proyectarse en público después del final de la dictadura. Aquel gran impacto emocional ha vuelto a repetirse ahora, al volver a ver el film de Rossif por televisión. Estoy seguro que este impacto emocional sería el mismo en todos los españoles que contemplasen este documental escalofriante, que parte de la proclamación de la República, en 1931, y se extiende hasta el triunfo final del fascismo bajo el caudillaje de Francisco Franco, con todo tipo de referencias económicas, políticas, culturales y sociales como complemento y explicación de la evolución del conflicto armado, en un contexto internacional de emergencia del nazismo alemán y el fascismo italiano. El contundente dramatismo de las imágenes de “Morir en Madrid”, con el añadido de una banda sonora muy expresiva y de algunos fragmentos literarios asimismo de gran expresividad, constituye sin duda una de las mejores maneras de comprender de forma cabal la extraordinaria trascendencia histórica de la gran tragedia colectiva provocada por la insurrección facciosa contra el régimen democrático de nuestra Segunda República.

Paul Preston
En la línea de “Morir en Madrid”, también resulta estremecedor leer el último libro del historiador británico Paul Preston, “El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después”. Paul Preston, uno de los estudiosos más rigurosos de la historia del franquismo y autor de la que sin duda alguna es la mejor biografía del dictador, demuestra de forma concluyente que lo ocurrido en España durante y después de la guerra civil fue realmente un holocausto, mediante la deliberada extensión de una guerra de exterminio contra todos los disidentes, contra todos los “no afectos” al fascismo, guerra de exterminio que se perpetuó como mínimo hasta la misma muerte del dictador, esto es hasta casi cuarenta años después de aquel infausto 18 de julio de 1936.

Nostálgicos del franquismo
Ahora, setenta y cinco años después del inicio de aquel frustrado golpe de Estado que dio inicio a la guerra civil, los herederos directos e indirectos del franquismo siguen empeñados en negar el carácter dictatorial y fascista de aquel régimen criminal. Basta comprobar, por ejemplo, cómo la Real Academia de la Historia se refiere al propio dictador y a su dictadura en su “Diccionario Biográfico Español”, o cómo el PP sigue negándose a condenar inequívocamente el franquismo. Como muy bien decía el ya mencionado Paul Preston en una reciente entrevista publicada en El País, “evidentemente hay gente que sigue viviendo del odio, incluso ganando dinero del odio. Yo digo que el odio es algo fomentado, por un lado, por una situación social, y luego incrementado por la instrumentalización directa y deliberada de algunos pocos. Hoy día ya no hay ese trasfondo social y, por tanto, los que sí intentan fomentar el odio sólo los veo desde la derecha. En los años de la guerra había desde extrema izquierda hasta extrema derecha. Hoy día no la veo desde la extrema izquierda, no sé incluso si existe ya una extrema izquierda en España. Yo no la veo. Lo que sí existe es la extrema derecha, que se puede ver mucho en Internet, y eso tiene un eco. Hay un público para eso. Pero que haya un público dispuesto a pasar del odio al exterminio, creo que no, eso no lo hay”.