En este país, España, hemos conseguido salir adelante gracias al empeño y el esfuerzo común. Hemos sorteado momentos muy duros y superadas importantes diferencias. Pero hoy se percibe como injusto que la insolidaridad de algunos cuantos pretenda estrangular la convivencia y ningunear a quienes no comparten sus criterios. Señores independentistas, la palabra mesurada es un arma más potente que los gritos de soberbia. Por favor, hablemos antes de que sea tarde.

No repitamos la historia. La Constitución de las Cortes de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812, decía en uno de sus  artículos, el 371, que “todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus  ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes", pero ese período constitucional fue muy breve.

El  monarca Fernando VII, el Deseado, muy pronto manifestó sus intenciones. Tildado más tarde de Rey felón, pronto dejó ver sus intenciones. Convocó a los Cien Mil Hijos de San Luis para restablecer el absolutismo. Aquel sueño de los constituyentes de Cádiz de un Estado a ambos lados del Oceáno quedó roto en mil pedazos. Así era España.

Isabel II, su sucesora, tuvo que exiliarse a raíz de la sublevación de 1868. Un intento de la historia de España de establecer un régimen político con monarquía parlamentaria que no prosperó. Tampoco el régimen democrático que la Primera República levaba  como bandera fue adelante. Así era España.

Si Cádiz de 1812 fue un sueño de libertad, la burguesía catalana alentó en 1923  un cierre a los nuevos horizontes al apoyar a Miguel Primo de Rivera y su golpe de Estado. Se cerró el incipiente proceso de democratización. Así era España.

El levantamiento de Francisco Franco contra la Segunda República condujo a España a una larga etapa de miseria moral, miedo y retroceso, ante una Europa que resurgía tras la segunda Guerra Mundial. Así era España.

La muerte del dictador y la democracia que se abría paso, hizo nacer la Constitución de 1978 con la construcción de un Estado de las Autonomías, muestra de un tremendo avance en un lugar para todos. Y la España de hoy  vuelve a amenazar con resquebrajarse de manera tormentosa  e innecesariamente trágica.

Señores independentistas, antes de que sea imposible, no nos lleven por el camino de los  patriotas. Ni el cara al sol, ni tampoco creerse que  ellos sí son  los  catalanes buenos, como decía el señor Jordi Pujol; el mismo que ejercitó de depredador.