Asistimos a una lamentable situación en Cataluña, donde se han mezclado varios ingredientes nefastos: la sordera del Gobierno de Mariano Rajoy Brey; la terca ceguera de los independentistas y el silencio interesado del PDeCAT (antigua Convergència, siempre de la mano de Jordi Pujol y sus principales investigados por asuntos de dinero y corrupción.

Si a estos ingredientes añadimos la puesta en escena de un Fiscal General del Estado (reprobado en el Congreso) que en el ardor de su gestión se extralimita ordenando la citación de más de 700 alcaldes, con un gesto que supone poner el carro delante de los bueyes cuando no había delito. Lo señalaba Baltasar Garzón en la Cadena Ser. Así, estamos ante una tormenta perfecta.

Porque en vez de buscar sin descanso algún acuerdo, los de Rajoy Brey se parapetaron tras los jueces a modo de solución de todos los males. No valoraron que, una vez iniciada, la vía judicial no se detiene. Y ésta no es buena consejera en asuntos de la política, que exige diálogo y mucha cintura, sin excluir posturas firmes.

Porque en vez de buscar sin descanso algún acuerdo, los de Rajoy Brey se parapetaron tras los jueces a modo de solución de todos los males

A partir de ahí, una catástrofe detrás de otra: el equipo económico del Govern en el calabozo; la Guardia Civil registrando dependencias oficiales y viéndose recluida por manifestantes o rescatada por unos apáticos Mossos situados entre la espada y la pared; los de la CUP ocupando las calles; Carles Puigdemont sacando pecho de hojalata; Rajoy Brey clamando en el desierto; Pablo Iglesias encantado de hablar de presos políticos; el Congreso disminuido.

El Barça, que nos avergüenza a muchos barcelonistas porque desde hace mucho se convirtió en muleta del independentismo. En el puerto de Barcelona, tres hermosos barcos anclados para alojar a las fuerzas de seguridad. Y los ciudadanos, estupefactos.

No es de extrañar que algunos vuelvan los ojos hacia Pedro Sánchez para ver si el socialismo es capaz de terciar en tan peliaguda situación, pendiente todavía de empeorar.

Ningún show televisivo podrá igualar nunca un concurso de torpes de tal calibre.