Ya sabemos que al cineasta M. Night Shyamalan (El sexto sentido, Glass, El protegido) le encantan los giros finales en sus películas, y Tiempo no iba a ser menos. Esta adaptación muy libre de la novela gráfica Sandcastle, de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters, convierte en pesadilla un día de vacaciones de la familia que forman, con sus hijas, Guy (Gael García Bernal) y Prisca (Vicky Krieps), hospedados en un lujoso resort de una isla tropical donde conviven más turistas, interpretados por Alex Wolff, Abbey Lee Kershaw, Rufus Sewell o Aaron Pierre. 

A pie de una idílica playa, en una narración estructurada en tres actos que plantea una metáfora de la vida que la visualiza como un ciclo de sol a sol, empiezan a pasar cosas extrañas, aparentemente relacionadas con la subjetividad del paso del tiempo, y donde el paisaje comienza a dar claustrofobia. Shyamalan ha estado aterrorizando al público durante años, mucho antes de ser un cineasta nominado al Oscar, con herramientas y señas de identidad que no faltan en Tiempo, una cinta de gran poesía visual que genera pavor y donde lo sobrenatural invade el mundo real, creando pavor presente y existencial. La fugacidad de la vida y nuestra conciencia de la madurez, de la necesidad de asumir riesgos y defender lo que queremos; pasar de ser hijos a padres y, después, volver a necesitar cuidados en la vejez; afrontar la enfermedad y lo inevitable; y los debates éticos sobre determinados métodos de investigación científica, son algunos de los temas que se plantean en esta obra.