Hiram Bingham fue la primera persona no indígena en pisar el Machu Picchu, allá por 1911 según National Geographic. Hoy son tantos los que quieren acceder a él que hay que limitar su número: se permiten 2.500 visitantes al día, según el blog Inca Trail Machu, y las visitas, cuya entrada cuesta el equivalente a unos 45 euros, se reduce a cuatro horas.

Y es que, hace un par de años, Machu Picchu, una de las bellezas del legado Inca, estuvo a punto de incluirse en la Lista de Patrimonio en Peligro por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), debido a lo deteriorado que estaba el entorno por el trasiego de viajeros. Y debido a ello, se adoptaron restricciones como el número diario de visitantes o el acceso con palos selfie.

Todo, para que este emplazamiento, ubicado a 2.430 metros sobre el nivel del mar en los Andes de Perú, siga incluido, como está desde 2007, en la lista de una de las Siete Maravillas del Mundo, y continúe siendo Patrimonio de la Humanidad, como lo declaró la Unesco en 1983, por su valor universal excepcional, y de la huella política, religiosa y administrativa que representa de la época incaica. Títulos, estos, que significaron su reconocimiento pero también una condena, pues incrementaron el número de visitantes de los aproximadamente 77.000 de 1991 al más de un millón en 2016, lo que conllevó su deterioro.

También se restringe el acceso a Machu Picchu de mochilas o bolsas que pesen más de cinco kilos, bebidas alcohólicas, aerosoles o pinturas, instrumentos musicales o altavoces.