Poco antes de que echaran la persiana por Estado de Alarma llegó a las librerías Las palmeras (Algaida), la novela más reciente de la autora y guionista Jimina Sabadú. Hoy la leeríamos con una mirada distinta a la anterior al confinamiento: la obra narra la ficción del Brote, de un hombre que muerde a otro en un partido de fútbol, hecho al que sigue una horda de descerebrados mordiéndose unos a otros y volviéndose muy agresivos. Nadie sabe el origen de estos contagios, pero todos se consideran una voz autorizada para el análisis. El título sigue a Los Supervivientes, con el que esta escritora madrileña ganó el Premio Ateneo Joven de Sevilla.

¿Cómo lleva el confinamiento? Muy bien. Si esto tratase solo de mi sería una pausa impagable. Miro las noticias dos veces al día. Por la mañana para ver la comparecencia de Simón, y por la noche para ver las cifras. Ese es el momento en el que me entran náuseas. El día doce fue la primera noche que soñé con esto. 

¿Qué hábitos conserva de los que tenía, y cuáles nuevos ha adquirido? Hago la misma vida que hago siempre, pero sin dar clase y sin ir al gimnasio. Ahora hago esas dos cosas dentro de casa. Estoy consiguiendo establecer una rutina sólida, y me ayuda. También estoy recuperando cosas que disfruto. El ajedrez, por ejemplo. Y preparar el HSK3, que no había sacado ni un sólo día para estudiar desde octubre. 

¿Se pasa el día en pijama? No. Llevo años trabajando en casa y tengo ropa para estar en casa y ropa para dormir. Hay que cambiarse por la mañana justo después de desayunar. Ahora he añadido a la rutina arreglarme un poco. Me peino (no sólo me cepillo), me pongo crema hidratante y me cuido las uñas. Es sano. Ojalá hubiera comprado un tercer par de zapatillas de estar en casa antes de todo esto. 

¿Cuántos rollos de papel higiénico tiene? Ahora mismo, quince. Cuando empezó esto tenía cuatro y estaba acojonada.

Recomiéndenos un libro, una peli y una canción para pasar este mal trago. Creo que los libros de aventuras, si uno no quiere preocuparse, son los mejores. Hablo de los clásicos. Pondría La isla del tesoro, pero me da a mí que va a dar tiempo a leer El señor de los anillos, El Simarillion, y hasta los cuentos inconclusos. Un disco, Ofnir, de Heilung. Y ver Chicas malas en bucle. Eso siempre viene bien. 

Una cosa que haya aprendido de todo esto… Aún es pronto para haber aprendido nada, pero intento mirar el momento como una parte de un todo, no como un instante con entidad ni como algo que pronto habrá pasado. Creo que a dos generaciones se nos había negado la posibilidad de ser adultos completos, y quizás este es el momento: padres obligados a pasar el día con sus hijos, gente aprendiendo a vivir sola, nietos dándose cuenta de lo que significa una llamada para sus abuelos... y luego gente que, lo mires como lo mires, está jodida. Imagina compartir clausura con un alcohólico, un maltratador o algo mucho más de andar por casa: un pesado. Esos sí que no van a aprender nada, los pobres. 

"Los que trabajamos vinculados a la cultura, tal vez aprendamos a cobrar por nuestro trabajo. Con eso ya habríamos ganado tiempo para vivir.  Yo no le veía mucho sentido -ahora todos hablamos en pasado-  a ser esclava del capital, pero sin el capital".

Y una cosa que haya desaprendido… Llevo desde que empezó esto comiendo bien, cumpliendo objetivos, y disfrutando de lo que hago. He desaprendido a vivir con prisa. 

¿Cómo saldrá la Cultura de esta? La cultura permanecerá, mejor o peor, pero permanecerá salvo que llegue un régimen totalitario o una invasión extraterrestre. Los que trabajamos de alguna forma u otra vinculados a ella no se cómo vamos a salir de esta, porque el día no tiene más horas. Tal vez aprendamos a cobrar por nuestro trabajo. Con eso ya habríamos ganado tiempo para vivir.  Yo no le veía mucho sentido -ahora todos hablamos en pasado-  a ser esclava del capital, pero sin el capital.