La pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de entrenar nuestra capacidad resiliente. Todos conocemos o tenemos ejemplos cercanos de los estragos del coronavirus: fallecidos, familias separadas que no pueden velar a sus seres queridos, personas que pasan necesidades, negocios que se van a la quiebra, y otros muchísimos ejemplos de personas que han dejado aparcado su primer metro cuadrado de necesidades cruciales en pos del bien común. Cada uno, desde donde puede, desde el que sale a trabajar a un hospital hasta el que se queda en casa, concienciados de que juntos sumamos para parar el avance de este enemigo común, que nos ha unido más de lo que creíamos hace apenas tres meses.

Pero qué pasará cuando volvamos a la normalidad o a la nueva normalidad como la llaman. ¿Seguiremos unidos? ¿o acecharán nuevamente los problemas y las grietas que nos han separado: nacionalismos, divisiones, desigualdades, etc.?

El COVID-19 nos pilló desprevenidos y esta nueva etapa que entrará es incierta, pero sí conocemos nuestras raíces y las divisiones que teníamos. Por tanto, no podemos esperar a que se diluyan solas, porque eso no va a pasar.

Preparémonos y hagamos, entre todos, que las diferencias no sean el centro de nuestras democracias, sino que trabajemos en los puntos de unión.

 

Por ello, para afrontar estos nuevos retos, es el momento de que nuestros gobernantes entrenen también esa capacidad resiliente para que nadie se quede atrás, ni atascado en una grieta sin respuesta. Es deber de nuestros gobiernos avanzar hacia el modelo de sociedad altruista, solidaria y cooperativa que nuestros ciudadanos demandan desde la calle con cada aplauso y con cada silencio.

¿Y qué es resiliencia? ¿En qué consiste esa capacidad que está llamada a determinar los liderazgos de esa nueva normalidad?

Gira en torno a la resistencia y a la superación de problemas, así, según la Real Academia Española, es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.

La resiliencia supone la capacidad de alguien de ubicarse enfrente del problema y al frente de las personas. Enfrente del problema para que este no nos suma en el caos y nos haga navegar sin rumbo, llevándonos a la deriva y, al frente de las personas, porque, como reflexionaba hace pocas semanas el Papa Francisco, “solo podemos salir de esta situación juntos, como humanidad entera”. Solos no podemos.

De esta forma, estando enfrente y al frente, nuestros gobernantes se convertirán en verdaderos líderes resilientes y serán capaces de ayudar a los demás a superar la metas que por sí mismos no pueden llevar a cabo. Es crucial porque representa la ayuda a través de la inspiración y el ejemplo, en la línea de que uno no sigue a un líder por el líder, sino por uno mismo.

El nuevo mundo que ya está aquí y que ha entrado tan atropelladamente es una maravillosa oportunidad de crear mejores sociedades.

 

¿Por qué no va a ser mejor que lo que teníamos? Por eso, es tan importante el liderazgo resiliente que debe ser de obligada aplicación para nuestros gobernantes, pero que debemos adoptar cada uno de nosotros en nuestras propias vidas.

Es nuestro momento de trabajar juntos, aportando lo mejor de nosotros, nuestras mejores capacidades y habilidades para que sea una realidad, una nueva era en la que nadie se quede atrás. Solo tenemos que creérnoslo y llevarlo de la mente al músculo.

 

Antonio Sola 
Presidente de la Fundación Liderar con Sentido Común