A estas alturas todos hemos comprendo que el viejo adagio publicitario estaba en lo cierto: “Cuando algo es gratis, es porque el producto eres tú”. Y quien mejor lo ha comprendido son aquellos cuyo trabajo es la vigilancia y el control. Lo de legal queda al margen. 


Así que si Google recopila nuestros datos para “ofrecernos una mejor experiencia de producto”, ciertos gobiernos saben que esos mismos datos pueden servir para agarrarnos por el gaznate cuando la ocasión lo requiera. El ruso es un ejemplo.

Ahora, el gobierno de Vladimir Putin ha advertido a la app Tinder de que debe ser permeable a las pesquisas de los herederos de la KGB. La Agencia Rusa de Supervisión de las Comunicaciones, el nombre no deja lugar a la metáfora, ha publicado una lista de servicios online a los que se les exige que faciliten los datos de sus usuarios cuando así lo solicite. Negarse supone la desconexión en un país de casi 150 millones de habitantes.

Estos datos no solo serán recopilado por la agencia rusa. También podrán ser compartidos con la agencia de seguridad, la FSB. Y ahí la cosa se pone peor para el pobre usuario que ligue con quien no debe.

Porque es seguro que las autoridades del gigante han comprendido que las citas a través de app pueden ser una potencial entrada de elementos peligrosos, como espías e individuos que investigan para perpetrar atentados. Puedes haber pillado cacho con un terrorista y no saberlo. Ahora, Putin sí que lo sabe.

Y no es una amenaza baladí. El pasado año, la misma petición a Telegram fue contestada negativamente por la compañía de mensajería instantánea. El resultado fue la prohibición de funcionar en todo el país. No se espera que los responsables de Tinder sean tan valientes.