En la cama en verano, durante una barbacoa, en la playa, en la montaña… Los mosquitos nos zumban al oído. Nos rondan y mueven las alas.

Lo más probable es que sean mosquitos hembras, porque los mosquitos machos y hembras llevan vidas muy diferentes. Los machos toman néctar, pero las hembras buscan sangre que extraer tras el apareamiento, con el fin de tener suficiente energía para producir huevos. Así, las hembras de mosquitos detectan el dióxido de carbono que exhalamos del cuerpo. Este estimula al mosquito hembra para que comience a buscar un huésped. Es cerca de la cabeza de donde expulsamos la mayor cantidad de dióxido de carbono.

A medida que se acerca, el mosquito hembra se concentra en el calor corporal y la columna de dióxido de carbono para aterrizar sobre la víctima. El mosquito hembra usa sensores del gusto que tiene en las patas para determinar si el humano, o cualquier animal portador de sangre, es adecuado para extraerle la sangre. Hay estudios que sugieren que la sangre tipo O es la mejor cosecha.