No solo de personas, también de objetos como bicicletas. Las aceras y edificios de Hiroshima y Nagasaki, dos de las ciudades más grandes de Japón, amanecieron sembradas de estas sombras tras la explosión atómica que detonó sobre ellas el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente.

Es difícil imaginar que estas sombras probablemente encapsularan los últimos momentos de cada persona. Pero, ¿cómo surgieron? Según publica en Live Science el Dr. Michael Hartshorne, fideicomisario emérito del Museo Nacional de Ciencia e Historia Nuclear en Albuquerque, Nuevo México, y profesor emérito de radiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nuevo México, cuando explotaba cada bomba, la luz intensa y el calor se extendían fuera del punto de implosión. Los objetos y las personas, a su paso, protegían los objetos detrás de ellos absorbiendo la luz y la energía. La luz circundante blanqueó el hormigón o la piedra alrededor de la "sombra".

En otras palabras, esas sombras espeluznantes son en realidad cómo se veía la acera o el edificio, más o menos, antes de la explosión nuclear. Es solo que el resto de las superficies se blanquearon, lo que hace que el área coloreada parezca una sombra oscura.

La intensa energía liberada durante una explosión atómica es el resultado de la fisión nuclear. Según la Atomic Heritage Foundation, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, la fisión ocurre cuando un neutrón golpea el núcleo de un átomo pesado, como los isótopos uranio 235 o plutonio 239 (un isótopo es un elemento con un número variable de neutrones en su cuerpo). Durante la colisión, el núcleo del elemento se rompe, liberando una gran cantidad de energía. La colisión inicial desencadena una reacción en cadena que continúa hasta que se agota todo el material original.