De componer bandas sonoras para publicidad y cortometrajes a obtener cientos de millones de descargas en Spotify y un contrato con Deutsche Grammophon, y todo, sin formación clásica. El holandés Joep Beving es un pianista fuera de serie. Para empezar, por su estatura, digna de un jugador de la NBA y que hace que, en sus manos, cualquier piano, por mucha cola que tenga, parezca de juguete. Además, desde su primer fonograma, Solipsism (2015), sorprendió por su concepción neoclásica y minimalista de la música. Muchos de aquellos temas, reunidos en un álbum que él mismo editó, los compuso en la cocina de su casa. Después vinieron Prehension (2017) y Conatus (2018), con colaboraciones de otros artistas para reelaborar sonidos anteriores, y en los que iniciaba una trilogía que ha culminado el 5 de abril con Henosis, y es una exploración espiritual y filosófica, contemplativa y atmosférica.