Las últimas noticias que teníamos de Balthus eran de 2013. El Museo Metropolitan de Nueva York, el MET, se había negado en redondo a la petición de más de 10.000 firmas que reclamaban la retirada de las paredes del espacio del cuadro Thérèse Dreaming, el retrato de una vecina adolescente que realizó este artista polaco - francés, de estilo figurativo. Los demandantes argumentaban que en la obra se le veían las bragas a la joven, que encima aparecía sentada en una posición que consideraban erótica, impropia para su edad.

No era, ni mucho menos, la primera vez que se tachaba a Balthasar Klossowski de Rola (nombre real de Balthus, fallecido en 2001 a los 92 años) de ser no un artista sino un individuo con instintos pederastas reprimidos, que daba rienda suelta a sus perversiones en cuadros de atmósfera cándida. Es más, las críticas y acusaciones que el creador recibió ya en vida podrían constituir una saga, y se remontan a los inicios de su carrera, en los años 20. Ahora, hasta el 26 de mayo, llega al Museo Thyssen Bornemisza de Madrid una retrospectiva sin censuras de Balthus, organizada junto con la Fondation Beyeler en Riehen / Basilea, y que reúne 47 de sus enigmáticos cuadros, aquellos que resultaron clave durante su trayectoria.

Calcetines, faldas de tartán, muslos al aire, adolescentes, baños, desnudos, gatos y espejos. Es el paisaje habitual en las creaciones de Balthus, donde también hay retratos y bodegones. La importancia en la Historia del Arte de este artista de origen aristócrata no puede medirse por los centímetros de tela que dibujase, sino por su capacidad para revisitar en el lienzo la tradición de la iconografía religiosa y la forma de expresar la pasión. El deseo que puede representar un cuadro y sus personajes no equivale al deseo que siente el artista, y la intención y el sentido del revuelo que suscite una obra de arte no depende tanto de su creador como de la actitud del público. Balthus expresó que quería infundir a las jóvenes de sus cuadros “silencio y profundidad”.

Influidas por Piero della Francesca, Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet, las obras de Balthus detienen el tiempo para representar la intimidad familiar, alejándose de patrones convencionales. Con su magnífico manejo de la luz, la aparente sencillez de sus creaciones, su capacidad escenográfica y su reflejo de la expresividad, el artista nos transmite inquietud, tensión en la calma. No se dejó llevar por la corriente de las vanguardias de su tiempo para desarrollar un estilo singular, pero no por ello dejó de trasladarnos al mundo de los sueños, del inconsciente, de la sensualidad y la transfiguración.