Hay días tontos y tontos todos los días. Tal vez ya lo he escrito antes, en alguno de estos artículos de sábado; pero no creo que esté de más recordar que hay días tontos y tontos todos los días. Y eso, amigos, es una verdad tan universal como que el agua cae hacia abajo.

Por un lado, los días tontos:

Te puedes levantar un buen día con el pie izquierdo, pisar tres veces la raya de la baldosa y pasar por debajo de una escalera. Y, si eres supersticioso, será un muy mal día. O te puedes levantar un buen día con el pie derecho, pero mancharte tu camisa favorita con el primer café, perder el metro en toda la cara (por la mañana y por la tarde, en reiteradas ocasiones) y que ni siquiera tu madre te coja el teléfono; y de repente, un día tonto frente a tus narices. De esos días en los que te duchas como si la mala suerte fuera cuestión de suciedad y usas tu gel favorito, frotando con rabia, a ver si vuelve el equilibrio natural. Pero, en definitiva, un día tonto. De esos que se solucionan con una buena película o, tal vez, simplemente yendo a dormir y, cómo decían en esa vieja película, mañana será otro día.

Por otro lado, los tontos a secas:

Pero, si hay tontos todos los días, por estadística pura y dura te tiene que caer al menos un tonto en tu día tonto. Así se crea una inercia competitiva sobre a ver quién se pone más tonto, si el día o el tonto. Y te encuentras en una de esas encrucijadas que no son ni eso, ni nada, pues al final te los vas a tener que comer a los dos con patatas: al día, por cuestiones lógicas, y al tonto, porque suele insistir en demostrar que es tonto.

Las fases de la "tontuna":

Frente a tal panorama, se producen dos o tres fases, dependiendo de cada uno, sobre la aceptación de la situación. A saber:

1. Luchas contra ello:

Te enfrentas a tu mala suerte, al día tonto y al tonto. Los ignoras, haces como si aquello no fuera contigo. Peleas, les plantas cara pero sin resultado. Finalmente, te frustras.

2. Lo sufres:

Dejas que la situación te supere. Te rindes frente a las inclemencias de las condiciones que has dejado de poder controlar. Te vapulean.

Aquí, se rompen los caminos. Porque una puede quedarse en este segundo punto, en el que simplemente recibes los golpes que te darán entre los dos y esperas a que el día acabe y puedas tumbarte en tu cama, tu espacio seguro, esperando empezar de 0 a la mañana siguiente.

O bien, plantas cara. Pero elegantemente, casi como quien no quiere la cosa. Aceptas que va a ser un día tonto y que los tontos vendrán a por ti, entonces simplemente te pones tu ropa cómoda, tu taza de café caliente y tu sonrisa más elegante y dices: Adelante.

via GIPHY Porque los tontos, tontos son y tontos serán; y los días son impredecibles. Tratar con personas, tratar con uno mismo, pretender que todo salga bien son hazañas heroicas que no deberíamos autoimponernos. Simplemente, como decían los Beatles: Let it beeee, leeeet it beeeee.   Imagen de Robert Owen - Whal en Pixabay en CC