Dentro del catálogo de ideas disparatadas de Donald Trump ya casi no sorprende su propuesta de comprar a Dinamarca la isla continente de Groenlandia. Y menos que, ante la lógica negativa del gobierno danés de ni entrar a discutir, la reacción de mandatario norteamericano haya sido cancelar el viaje oficial que tenía previsto a ese país. 

El interés de Trump en Groenlandia es doble. Por un lado el estratégico. Aunque Estados Unidos tiene una base miliar permanente en la región de Thule, los estrategas americanos consideran que es un enclave muy importante para controlar un posible atraque nuclear desde Rusia o algún país asiático.  

Pero el interés que parece más real es el económico. Se considera que bajo la superficie de Groenlandia se encuentran grandes reservas de petróleo, gas natural e importante minerales de uso industrial. 

Sin embargo, lo que se esconde detrás es una actitud de rapiña y ninguna conciencia. Desde hace años los científicos están advirtiendo de la relevancia de Groenlandia en el equilibrio climático del planeta. Pero eso ya sabemos que a Trump no le preocupa. 

El hielo de la superficie de la isla tiene múltiples efectos sobre la temperatura de la Tierra. Para empezar, al reflejar los rayos solares sobre la superficie blanca, evitar que estos queden atrapados en la atmósfera y se recaliente. Además, el hielo refresca la zona norte y mantiene las corrientes que llevan ese frío hacia el sur. 

De hecho, este mismo año, la NASA ha enviado varias misiones para estudiar el deshielo de la isla, y ya han calculado que será el más grande en la Historia

Pero nadie es tan ingenuo para no ver una relación causa efecto entre unas cosas y otras. La negación de la mano del hombre en la crisis climática, el deshielo de Groenlandia y la propuesta de compra por parte de Trump. Todo forma parte de la misma estrategia ciega y cortoplacista que tendrá una consecuencias catastróficas si nadie le para los pies, como acaba de hacer el ejecutivo danés.