Este viernes se cierra un importante capítulo para la historia industrial alemana. Será el último descenso de los trabajadores mineros al pozo minero de Bochum, porque éste termina su vida útil y echa el cierre. Era el último que seguía funcionando en la cuenca del Ruhr (oeste), una región que durante siglos tuvo la explotación del carbón, o como también lo llamaban, del "oro negro", como uno de sus emblemas.

El adiós de Alemania al carbón lo sentenció el Gobierno federal en 2007, aduciendo razones medioambientales, y se ha ido realizando progresivamente. Casi un 13 % del consumo energético del país depende aún de esa fuente, pero en lugar de extraerse en la cuenca del Ruhr u otras regiones del este del país, se importa.

En los años 50, eran unos 600.000 los vecinos de la cuenca del Ruhr que trabajaban en la mina, una población laboral que se fue reduciendo hasta quedar, en 2007, en unos 33.000 mineros. Hoy seguían en activo los últimos 3.500, cuyo futuro se prevé, según informa la Agencia EFE, en forma de jubilaciones anticipadas y recolocaciones.
Eso sí, actualmente el desempleo en la cuenca del Ruhr se sitúa en el 10,4 % -la media del país está en el 4,8 %-, y las ciudades de Bochum, Oberhausen y Duisburg están entre las más endeudadas del país. En las últimas décadas, la minería alemana ha subsistido gracias a las subvenciones estatales, y se calcula que desde 1996 se destinaron 61.000 millones de euros a ayudas al carbón.

Para las organizaciones ecologistas, el cierre de los pozos llega demasiado tarde y los daños por esa demora son incalculables, a lo que se une que siguen activas algunas explotaciones a cielo abierto, también en Renania, más dañinas aún para el medio ambiente.