La ciencia es esa actividad humana ajena al tiempo. No tienen prisa. Saben que algo que desconocemos hoy puede ser desentrañado mañana. Por ejemplo, las rocas que las misiones Apolo trajeron de la Luna.

El descubrimiento ha sido hecho por expertos del Museo Sueco de Historia Natural. Una de las rocas que los astronautas recolectaron en la Luna para su estudio en la Tierra es en realidad una piedra terrestre. 

Fueron los cosmonautas del Apolo 14 los que en 1974 cogieron esa roca como muestra. Ahora, un análisis actualizado de su composición ha determinado que se trata de una roca granítica que, necesariamente, se debió formar en la Tierra.
 

Restos de un gran impacto

Según los investigadores, en nuestro satélite solo se dan las condiciones para que rocas de ese tipo se formen a al menos 160 metros de profundidad. Y dado que la Luna no tiene una corteza que se desplace o volcanes que saquen material del subsuelo, solo queda una explicación.

Que en algún momento, hace millones de años, un asteroide enorme chocara contra la Tierra. Y que en el impacto se desplazaran millones de toneladas de roca. Y que algún trozo acabara en nuestro satélite.

Solo de esta forma, que según los expertos, no es tan infrecuente, pueden llegar a la Luna rocas que, como está, tienen una alta concentración de oxígeno, elemento que no existe en el satélite pero sí es muy abundante en la Tierra.

Los científicos consideran que el encuentro no es tan casual y estiman que en la zona en la que fue recogida esta muestra deben de existir más rastros de aquel suceso cósmico.