Más de diez millones de personas de todo el mundo se pasaron la tarde del sábado pasado pendientes del canal de Youtube de la NASA: a las 21.22 hora española despegaba, desde el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral (Florida), el cohete Falcon 9 de la compañía privada SpaceX (que fundó Elon Musk), con Douglas Hurley y Robert Behnken, astronautas de la NASA, a bordo de la cápsula Crew Dragon e inaugurando esta misión bautizada como Demo-2, que los llevó rumbo a la a la Estación Espacial Internacional (EEI), donde atracaron el domingo con la previsión de quedarse entre seis y dieciséis semanas.

Desde que en 1998 Bill Clinton marcó el principio del fin de una era, ningún presidente estadounidense se desplazaba hasta Cabo Cañaveral para asistir al despegue en directo de un cohete, como hizo el sábado Donald Trump. La Agencia Aeroespacial Estadounidense y la empresa SpaceX se han marcado un tanto histórico no solo porque hacía nueve años que no se lanzaba ninguna misión espacial desde territorio estadounidense: esta operación también ha supuesto el arranque de la comercialización de la órbita terrestre en lo que, se augura, será la nueva era espacial. Porque Demo-2 es parte de un programa de vuelos espaciales comerciales que comenzó a fraguarse en 2014, cuando la NASA firmó sendos contratos con SpaceX y Boeing para que estas empresas pasaran a contribuir en la gestión de los viajes de los astronautas estadounidenses, en una gestión público – privada que se espera que abarate los costes de estas travesías y las haga más competitivas.

Los pequeños detalles marcaron las diferencias históricas: desde 2011, la NASA ni siquiera podía utilizar su propio territorio para emprender sus viajes rumbo a la EEI. La escasez de presupuesto y algunos accidentes la obligaron a utilizar el sistema de lanzamiento ruso Soyuz; con el nuevo sistema se acaba la dependencia. Además, si en 1969 Buzz Aldrin y Neil Amstrong abordando el transbordador espacial desde la plataforma de lanzamiento 39A para iniciar la misión del Apolo 11, con la que el ser humano pisó la Luna por primera vez, el sábado, Douglas Hurley y Robert Behnken, en lugar de ir a pie, como los pioneros, recorrieron el trayecto desde las instalaciones del Centro Espacial hasta su nave subidos en sendos automóviles Tesla, otra de las compañías de Musk.

Los siguientes objetivos de esta nueva etapa en la conquista estadounidense del espacio será la misión Artemisa, que pretende llevar a un hombre y una mujer a la superficie lunar en 2024. También se trabajará en la tecnología que permita la llegada a Marte y se abre la puerta a la ampliación del turismo espacial, porque SpaceX ha firmado un acuerdo con Space Adventures, una compañía privada de que ha trabajado ya en un sistema privado para poner en órbita a astronautas, y previsoramente, Crew Dragon admite hasta siete pasajeros por vuelo, aunque solo se usarán cuatro asientos para las misiones oficiales de la NASA.

Y además del turismo, para procurar ingresos económicos suenan ya las alianzas de marketing con marcas que patrocinen vuelos espaciales y cofinancien, así, la construcción de naves o su hardware. También está previsto que la industria cinematográfica haga pie en el espacio estelar con la película que, según se ha publicado, tiene previsto rodar Tom Cruise a bordo de la Estación Espacial Internacional.