Bromea como su madre, es detallista como su padre… Se suele dar por hecho que hay al menos algo de transferencia genética en el desarrollo del carácter y la personalidad, añadida a la voluntad personal o el contexto social, porque la personalidad se considera un rasgo multifactorial.

La personalidad, y los posibles componentes genéticos que la influyen, se han estudiado a través de gemelos idénticos y fraternos", afirma Dana Bressette, genetista molecular e instructora de genética de la Universidad de Phoenix, en la revista Family Education.  Los resultados, dice Bressette, indican que incluso en los gemelos, cuando los genes se transmiten de padres a hijos para cada par de cromosomas, el proceso de desarrollo de la personalidad es aleatorio.

“Los factores ambientales juegan un papel importante en el desarrollo de la personalidad. Si bien los gemelos idénticos criados por separado han demostrado tener una personalidad similar, todavía hay diferencias”, asegura la investigadora. “Estas diferencias pueden forjarse a través de la educación, el desarrollo personal e incluso la nutrición. Todas estas cosas pueden influir en lo que nos convertimos”.

En cuanto a por qué nuestros hijos e hijas pueden ser exactamente iguales o nada parecidos a sus padres y madres, Bressette explica que los estudios muestran que los rasgos de personalidad pueden heredarse. "Hay cinco rasgos que tienen un vínculo con la personalidad: extroversión, neuroticismo, amabilidad, escrupulosidad y franqueza". Pero la forma en que se cría a una niña o un niño también puede afectar la personalidad, dice Bressette. “Las experiencias también pueden influir en la personalidad. Pero otros factores, incluida la influencia de los padres, también pueden moldear los rasgos".

Lo que es cierto es que nacemos con cierta personalidad. "Los bebés nacen con algunos signos tempranos de su personalidad, llamados temperamento", explica a la misma publicación la Dra. Jessica Myszak, psicóloga infantil de Glenville, Illinois y directora del Centro de Ayuda y Curación. “Estos suelen ser evidentes en los primeros días o semanas de vida. Se estima que entre el 20 y el 60% del temperamento se debe a la genética. Hay tres tipos de temperamento: fácil, difícil o lento para calentar ".

Según el Dr. Myszak, el temperamento influye en la forma en que los niños interactúan con su entorno e implica lo siguiente:

Su nivel de actividad: cuánto realizan actividad física.
Cómo abordan las situaciones, si con mayor o menos valentía.
Regularidad: la frecuencia con la que comen, duermen y usan el baño.
Adaptabilidad: la facilidad con la que pueden adaptarse a nuevas situaciones.
Intensidad - su nivel de energía
Estado de ánimo: si tienden a ser agradables o menos sociables
Período de atención: cuánto tiempo pueden atender una tarea.
Distracción: la facilidad con la que se pueden distraer.
Umbral sensorial: cuánto de un sonido, un toque u otra información sensorial se necesita antes de que un niño responda.

El temperamento de un bebé, resume el Dr. Myszak, influye en cómo interactúa con su entorno y se acerca a las personas y situaciones. “Un niño con un temperamento fácil hace amigos fácilmente, se adapta a nuevas situaciones y maneja los desafíos con poca angustia. Un niño que tarda en adaptarse tarda más en enfrentarse a situaciones nuevas y personas desconocidas, y puede tener algo de ansiedad cuando se enfrenta a desafíos".

Y finalmente, "un niño difícil", explica el Dr. Myszak, puede tener un comportamiento desafiante y ver el mundo como un lugar negativo. "Generalmente se describen como bebés quisquillosos y pueden tener dificultades para adaptarse a la escuela".

Estos primeros signos de personalidad son duraderos y, debido a que afectan la forma en que los niños abordan situaciones nuevas, a menudo se fortalecen con el tiempo, dice el Dr. Myszak.