La obesidad se ha convertido en un serio problema de alcance mundial. Una persona obesa es aquella que presenta un índice de grasa corporal superior al 30% y más allá de cuestiones estéticas, es una enfermedad que aumenta los índices de mortalidad (cada año mueren tres millones de personas al año) y el riesgo de sufrir una dolencia cardiovascular, un ictus, algunos cánceres o trastornos del aparato locomotor

La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que el número de personas obesas se ha triplicado desde 1975. En el caso de los niños las cifras son alarmantes: en 2016, 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos y la cifra subía a 340 millones en la franja de entre 5 y 19 años. Afecta en total a 650 millones de personas y España no es una excepción, a pesar de la dieta mediterránea.

El número de personas obesas se ha triplicado desde 1975 y afecta en total a 650 millones de personas en todo el mundo

Para combatir esta pandemia, la OMS recomienda a nivel individual limitar el consumo de grasas y azúcares, aumentar la ingestión de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos, además de realizar ejercicio físico de forma habitual (60 minutos diarios para los jóvenes y 150 minutos semanales para los adultos).

Desde la ciencia, también se está intentando poner remedio a esta enfermedad cada vez más preocupante. Miguel López, investigador del Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas de la Universidad de Santiago de Compostela (Cimus), busca respuestas en el cerebro y está convencido de estar a las puertas de una cura que ponga punto y final a obesidad.

“La obesidad consiste en una acumulación de grasa, como resultado de que las calorías ingeridas superan a las consumidas de manera crónica. La mala alimentación, el sedentarismo y la falta de ejercicio contribuyen a esta pandemia. Por eso es importante hacer una buena labor educacional, sobre todo entre los niños, para hacerles conocedores de este problema”, explica Miguel López en una entrevista en Alma, la red social social de la Fundación Bancaria "la Caixa". Al mismo tiempo, puntualiza, esta enfermedad puede tener un origen genético.

Miguel López trata de controlar la molécula AMPK una especie de “interruptor” de la sensación de hambre y del gasto calórico

Convencido de que la cura a esta pandemia está en el cerebro, ha desarrollado un proyecto científico que ha resultado eficaz con animales. Su proyecto, que ha recibido una ayuda de la convocatoria de investigación en salud 2019 de ”la Caixa”, busca en el hipotálamo la puerta que abra el camino hacia la curación. Allí ha localizado la molécula AMPK, que es una especie de “interruptor” de la sensación de hambre y del gasto calórico. “Si tenemos poca energía, la AMPK hará que comamos más. Si tenemos exceso de nutrientes, hará que comamos menos y gastemos más. Es un mecanismo muy fino y sofisticado que permite controlar los dos lados del balance energético. Esto es importante porque se evitarían, por ejemplo, los típicos efectos rebote de las dietas, en que la ganancia de peso posdieta supera el peso de partida porque, al comer menos, automáticamente el gasto calórico cae”, explica.

"Nuestras investigaciones persiguen curar la obesidad, no prevenirla"

Miguel Lopez ha conseguido adelgazar a ratones obesos con un tratamiento génico que regula regular la actividad de sus AMPK. Es un primer paso. Ahora, la investigación se centra en encontrar vías de administración éticas para seres humanos, como la intravenosa, o incluso más cómodas, como un aerosol y cree que en un plazo de entre 5 y 10 años podrá estar listo. “Es importante recalcar que nuestras investigaciones persiguen curar la obesidad, no prevenirla. Nosotros no evitamos que los animales engorden, aunque sigan una dieta hipercalórica, sino que conseguimos que los que son muy obesos dejen de serlo”, puntualiza.