El programa Art for Change de ”la Caixa” es una iniciativa en la que el arte y la cultura se utilizan como herramientas para la mejora social. Cada año convocan ayudas para proyectos de entidades culturales y de artistas que favorezcan el uso del arte y la cultura como instrumentos que favorezcan el desarrollo personal y la inclusión social. Uno de estos proyectos seleccionados en la convocatoria de 2017 fue una escuela de fotografía popular en la que participaron participaron adolescentes inmigrantes, personas con problemas de salud mental, o movilidad y mujeres que se dedican al servicio doméstico y el cuidado de personas. Ahora son protagonistas en la Fundación Antoni Tâpies, donde se presentó el pasado jueves su trabajo. En Alma, la red social social de "la Caixa" nos cuentan todos los detalles.

El revolucionario gesto de fotografiar

“La fotografía forma parte de la revolución”, decía la teórica y comisaria Ariella Azoulay. Y no estamos hablando de fotoperiodistas que retratan causas sociales en tierras lejanas ajenas a su propia existencia, sino de fotografías e historias que nacen de las manos de sus protagonistas. Al ser cada disparo de cámara una oportunidad para hablar de una experiencia íntima, el resultado toca el alma, despierta empatía y promueve la solidaridad. Se trata de instantáneas de vida que tienen la firme voluntad y el mágico poder de mejorar el mundo.

Con este ideal trabajaban los fotógrafos amateurs del movimiento de fotografía obrera quienes, en la Alemania de 1920, hicieron de la fotografía un altavoz para reivindicar sus causas. Casi un siglo después, los artistas Marc Roig y Rogier Delfos trajeron esta forma de lucha visual hasta nuestros tiempos fundando el colectivo Werker y, en los últimos 10 años, han conseguido que varios de los colectivos vulnerables de la actualidad también utilicen la cámara para retratar su realidad.

El pasado jueves presentaron en la Fundación Antoni Tàpies su último trabajo: Werker 10, Escuela de Fotografía Popular. Es uno de los proyectos seleccionados en la convocatoria del 2017 del programa Art for Change ”la Caixa”, que apuesta por el arte como motor de cambio. Cada una de las fotografías habla del trabajo diario de unas personas que, aunque a ojos de nuestro sistema económico parezcan invisibles, son en realidad uno de los motores de nuestra sociedad.

En el proyecto participaron adolescentes inmigrantes del centro de acogida de Dar Chabab, usuarios de la Asociación Susoespai que conviven con enfermedades de salud mental, personas mayores con problemas de movilidad de la entidad Baixem al carrer y las mujeres de la Mesa de defensa de los derechos de las trabajadoras del hogar, limpieza y cuidados de personas. Todos ellos vienen de mundos muy dispares, pero según explica Marc, tienen un punto en común: “No forman parte de la comunidad productiva y, por tanto, nuestra sociedad los margina y los hace vulnerables. Los tres primeros grupos directamente no pueden trabajar, y las trabajadoras del hogar no tienen derechos laborales. Pero aunque esto les deje fuera de la economía productiva, ellos también aportan algo a la sociedad”.

Ver ahora a los participantes saludar entre abrazos a Rogier y Marc hace palpable el crecimiento personal que han vivido todos al aventurarse a mirar su mundo a través del visor de la cámara. Un antes y un después en su forma de pensar, como se ve claramente en el trabajo de Raúl Pombo, de la Asociación Susoespai. Pasó días retratando aspectos tan cotidianos como las personas con las que viaja en el metro, el incivismo urbano que le acompaña cuando anda por la calle y los cuadros llenos de colores que pinta en la Asociación Susoespai. “Llevamos una etiqueta social que dice que no hacemos nada. Pero en el día a día todos tenemos un trabajo, aunque no cobremos por hacerlo”, asegura Raúl.

Según Marc, “cuando se autorepresentan se empoderan porque empiezan a ser más conscientes de los estigmas y la precariedad que sufren y, por tanto, pueden discutirlos, dominarlos y empezar a hacer algo para cambiarlos”. Las trabajadoras del hogar, por ejemplo, fotografiaron su rutina laboral lavando los platos, barriendo el suelo, planchando y realizando todas las tareas que implica llevar un hogar, con una meta: reivindicar los derechos que, por fin, podrían dignificar su trabajo. “Es nuestra forma de decir a la Administración que necesitamos derechos laborales, como el paro, la baja por enfermedad o la baja por maternidad. Al ser un trabajo que se ha hecho toda la vida, la gente piensa que no es necesario visibilizar la falta de derechos. Pero si no lo hacemos seguirá siendo esclavo”, recuerda Paula.

Para que las reclamaciones de estos colectivos no se queden encerradas entre las paredes de los museos, todos sus trabajos están expuestos en un mueble con ruedas. Según dice Marc, empezará a moverse muy pronto y, de este modo, harán que “la gente no tenga que ir a la institución en busca del arte, sino que sea el arte quien vaya a buscarles a la calle”. Acto seguido, cierra los compartimentos de la estructura móvil, la repasa de arriba abajo con satisfacción y, cuando el museo ya está completamente vacío, se marcha sabiendo que mañana seguirán visibilizando realidades que siempre deberían haber sido vistas.

Texto: Alba Losada
Fotografía: Laia Sabaté