La librería Re-Read de Madrid nos abre sus puertas para entrevistar a la escritora Eva García Sáenz de Urturi (Vitoria, 1982). Ganadora del Premio Planeta en el año 2020 con la novela histórica 'Aquitania', cuenta con 4 millones de lectores en más de 41 países. Con ella hablamos de su pasión por la escritura, la presión a la que se ve sometida por parte de lectores y editoriales a la hora de promocionar sus novelas y de la importancia que tuvo la cultura en su infancia.
La literatura para mí es algo que mamé desde pequeña: crecí rodeada de libros y cuadernos
Pregunta: ¿Cómo empezaste en el mundo de la escritura? ¿Era tu afición de pequeña?
Respuesta: La literatura para mí es algo que mamé desde pequeña, mi padre era escritor, era abogado. En mi casa no cabían más estanterías con libros. De hecho, cuando era pequeña varias veces se volcaron del peso que tenían y cayeron sobre mí. Eso lo metí en algún asesinato después. Es algo que desde pequeña normalice, el hecho de que mi padre tuviera cuadernos por toda la casa y escribiese, como tengo yo también. Para mí era cultural, con lo que crecí. A partir de los 14 años es cuando empecé a escribir todos los días por un trabajo que nos mandaron en Lengua, al final del curso teníamos que entregar un diario. Teníamos que escribir todos los días y al final del curso para aprobar había que entregar el diario. El profesor era cura, así que imagínate los diarios que le entregamos, editados, porque no íbamos a poner lo que hacíamos con 14 años a un cura. Cuando hubo que entregar ese diario, me di cuenta que tenía nueve. Escribía todos los días, a un ritmo de un cuaderno por mes. Más o menos el ritmo que he mantenido toda mi vida. Me acostumbré a escribir a diario, desde los 14 años he escrito cientos de ellos, pero los destruyo cuando acabo.
P: Estudiaste Óptica y Optometría. ¿Cómo cambias de ser Óptica a Escritora?
R: No es algo que pase de la noche a la mañana, hay un paso intermedio. Estudié óptica, ejercí como tal desde los 21. Después estuve de ejecutiva en una empresa multinacional. Me cansé de tanto viaje, quería otro trabajo y empecé a opositar para sacarme una plaza en la universidad. Estuve tres años compaginándolo, al final me saqué la plaza. Allí me pasó lo contrario, en la universidad el ritmo era muy lento, todo era muy repetitivo, necesitaba más estímulos. Les pedí a mis jefes más funciones. Mi subconsciente vino al rescate y retomé la escritura. Volví a hacer cursos de escritura creativa en la Escuela de Escritores de Fuentetaja. Escribía relatos cortos, los presentaba a concursos y ganaba. Ahí surgió la idea de los longevos y me di cuenta de que daba para mucho más que un relato corto. Me planteé escribir una novela siguiendo mi mantra del trabajo: 'Hagas lo que hagas que sea profesional'. Hice varios cursos y empecé a documentarme. Aquellos años yo tenía doble jornada laboral. Además de hijos a los que atender. Cuando acabé la novela, antes de meterla en el cajón, la subí a Amazon. Simplemente por saber si la idea de los longevos, que me había apasionado tantos años, le gustaba al público. Ahí es cuando me cambió la vida, de la noche a la mañana fui número uno.
El ciclo infernal de promoción es lo más difícil de mi profesión
P: Como escritora, ¿qué es lo más complejo a lo que te enfrentas a la hora de crear tus historias?
R: En la motivación ya no creo, escribo sin motivación, es disciplina pura y dura. Después de 9 novelas, lo más complejo es cumplir estos ritmos absolutamente demenciales que nos hacen cumplir los lectores y la industria. Hay un ciclo en el que estás en tu despacho, te encierras y escribes, en silencio, rodeado de esos libros en los que te has documentado, siguiendo una rutina. Luego está el ciclo de la promoción, cuando tienes la suerte o el privilegio que tengo yo de tener éxito y tantos millones de lectores, todo el mundo quiere que te multipliques y que hagas una gira de meses o años. Todo el mundo exige que le firme prácticamente el día que ellos quieren en la puerta de su casa, y eso es imposible porque tengo 4 millones de lectores en 41 países. Ese ciclo infernal es lo más difícil de sobrellevar.
P: ¿Cómo definirías tu literatura a la gente que no conoce tu obra?
R: Para un autor es muy difícil definir y más ahora que nos gusta tanto poner etiquetas. Por ejemplo, yo el Premio Planeta lo gané con 'Aquitania', que es una novela histórica y a muchos lectores les saqué de su zona de confort. Con 'Los Longevos' pasó, y creo que siempre ha sido el problema, que nadie puede ponerle etiquetas. Ese empeño de libreros, lectores, editores, periodistas de poner la etiqueta, al final yo creo que todos hemos llegado a un consenso que puedes meterlo en el estrecho carril de las sagas familiares.
¿Querrías no envejecer nunca? Esa pregunta es la clave del éxito de ‘La Saga de los Longevos’
P: Hablemos de 'La Saga de los Longevos', ¿de dónde surge la idea de personajes que no envejecen?
R: La idea surge de cómo estaba en esos momentos, en 2009, la investigación del antienvejecimiento. Lo que veía, porque era científica, y seguía leyendo papers o trabajos científicos, estaba mucho más avanzado que lo que la sociedad podía llegar a aceptar. Si seguimos alargando nuestra esperanza de vida, que va a pasar dentro de 200 años, traerá una serie de cambios psicológicos, sociales, profesionales, de todo tipo. Creo que ese ha sido el éxito de la novela, todo el mundo lo ha visto muy real y se ha preguntado: ¿querrías no envejecer nunca?
P: Pero también escribes novela histórica, de hecho ganaste el Premio Planeta con 'Aquitania' ¿De dónde viene el interés por los personajes históricos?
R: Crecí en un entorno que favorecía mucho la curiosidad intelectual y cultural. Nuestras vacaciones en verano eran turismo cultural. Mi padre estuvo a punto de ser cura, estuvo a punto de ordenarse en 5º de Teología, pero se escapó de los curas. Gracias a eso teníamos acceso a muchos monasterios, por ejemplo al de Yuso, donde estaban las Glosas Emilianenses, donde por primera vez se escribió el castellano y el euskera arcaico, por cierto, los he tenido delante siendo niña. Crecí en un entorno muy cultural, visitando muchos museos, muchos yacimientos, en el País Vasco, la huella histórica está muy presente
P: ¿Para cuándo una novela ambientada en la época navideña? ¿Alguna vez te has planteado esto?
R: Normalmente no me fijo en esto, me fijo en el género, en los personajes. Tengo tramas que duran tres meses, años o incluso milenios. Pero de hacerlo, lo enfocaría al solsticio de invierno, le daría un toque no solo histórico si no de paganismo.
Mis Navidades de la infancia eran clásicas alavesas: castañas, villancicos y juegos de cartas hasta la madrugada
P: ¿Cómo han ido cambiando tus Navidades a lo largo de los años? ¿Recuerdas alguna con especial cariño?
R: Decía Rilke que “la infancia es la patria de todo hombre”, y de toda mujer habría que añadir. Las Navidades con las que uno se queda son las de la infancia. Mis Navidades de la infancia eran Navidades nevadas, en Villaverde, con mucho, mucho frío. Recuerdo a mis tíos, a mis padres y a mis abuelos. Nos juntábamos muchos. En el País Vasco las casas se llaman la casa de la abuela, la casa de la tía, hay un matriarcado y las casas pertenecen a las mujeres. En la casa de la abuela eran Navidades clásicas, con castañas asadas, con el cordero, con el cabrito o con el cerdo, cada año iban rotando. Nos poníamos muchísimas horas a cocinar. Después íbamos viendo como nuestros tíos y nuestros padres iban pasando llenos de regalos para ponérselos a los más pequeños. Unas Navidades de una familia extensa, muy grande. Nos hacían tocar la guitarra, cantar villancicos, estar hasta las tantas jugando a la brisca y al mus. Una Navidad muy tradicional alavesa.
P: ¿Cuál es tu deseo para esta Navidad?
R: Estoy en la mejor etapa de mi vida y mis niveles de felicidad están muy altos. Así que mi deseo es que no bajen, que sigan igual que hasta ahora.