Seguro que has oído hablar de la obesidad infantil, del problema que supone y las enfermedades que acarrera y, sobre todo, que la mejor solución es cambiar los hábitos alimenticios de quienes la padecen. Sin embargo, puede que ese enfoque no sea el correcto, como demuestra un estudio realizado por Grupo de Investigación en Trastornos del Comportamiento Alimentario y de la Obesidad Infantil ANOBAS y publicado por el Observatorio Social de la Fundación "la Caixa". 

Los mitos sociales de obesidad infantil = glotonería y pereza son falsos 

Causas 

Como nos explica Tatiana Lacruz, que firma la investigación junto a Ana R. Sepúlveda, Santos Solano, Marta Rojo, Francisco J. Román y Miriam Blanco -también de ANOBAS- lo novedoso de su planteamiento está en buscar las causas de esos comportamientos, para poder corregirlos de forma más eficaz.  

Lacruz y el resto del equipo han analizado uno de los múltiples factores que pueden provocar la obesidad infantil y concluyen que un entorno familiar con dificultades económicas y con un bajo nivel educativo influye en la aparición de esta afección entre menores. 

La sensación de malestar dificulta a los menores ser conscientes de la cantidad de alimentos que ingieren 

Estatus socioeconómico 

Cuanto menor es el estatus socioeconómico de la familia, mayores son los síntomas de ansiedad y depresión que se manifiestan en ella. Eso tiene un impacto directo en “la cohesión familiar y la capacidad de adaptación a los cambios”, que “acostumbran a disminuir y, a la vez, se acentúan la desunión en la pareja y la falta de implicación emocional por parte de los padres respecto a sus hijos”. 

Imagen: Observatorio Social de ‘la Caixa’

Imagen: Observatorio Social de ‘la Caixa’

El resultado es un aumento del malestar y una pérdida de autoestima de los niños. Y, como no cuentan con los mecanismos para gestionar sus emociones que tienen las personas adultas, recurren a la comida para liberarse del estrés: “El malestar psicológico que sienten se relaciona con la pérdida de control a la hora de comer. Pero, además, la sensación de malestar dificulta a los menores ser capaces de controlar la cantidad de alimentos que ingieren”. 

Los niños utilizan la comida como un «automedicación» para resolver los conflictos 

Sin control 

Esa “pérdida de control” en su alimentación genera un incremento del índice de masa corporal, que es el principal indicador utilizado para diagnosticar la obesidad. Hay que tener en cuenta que, a esa edad, no contamos con los mecanismos de gestión del estrés de la etapa adulta: “Utilizan la comida para mitigar su tristeza, ya sea como fórmula de consuelo o bien como un tipo de «automedicación» para resolver los conflictos”. 

Según el resultado de las encuestas, el 49 por ciento de los niños con obesidad y el 24 por ciento de los que mostraban sobrepeso admitían perder el control a la hora de comer, ante un 3,7 por ciento de aquellos con un peso normal. 

Imagen: Observatorio Social de ‘la Caixa’

Imagen: Observatorio Social de ‘la Caixa

En la investigación, de cinco años de duración, han participado 220 familias con hijos entre ocho y doce años de dos centros de atención primaria y de diferentes escuelas públicas de Madrid.  

El tratamiento debe comprender el papel de los alimentos en la regulación del malestar psicológico 

Conclusiones  

La principal conclusión, por tanto, es que “la obesidad no compete únicamente a los nutricionistas”. Es necesario también “considerar las variables sociales, familiares y psicológicas de cada persona en la aparición de la obesidad infantil con el objetivo de incluirlas en las estrategias de prevención, tanto gubernamentales como escolares”.  

La labor de la Medicina y la Nutrición debe ir acompañada de la Psicología: “Resulta de especial relevancia que el tratamiento vaya más allá de priorizar la pérdida de peso en los niños y que se comprenda el papel que juegan los alimentos en la regulación del malestar psicológico por parte de los menores”. 

Tanto los niños con obesidad como sus padres deben identificar y regular mejor sus emociones 

Propuestas 

El grupo de investigación propone la promoción de “nuevas estrategias de control de peso que incluyan los factores psicológicos y familiares junto a las iniciativas que ya existen, como son la alimentación saludable y el ejercicio físico”.  

No se trata, pues, de únicamente modificar hábitos de alimentación, sino de que “tanto los niños con obesidad como sus padres identifiquen y regulen mejor sus emociones para mejorar el entorno familiar y reducir el estigma social que provoca esta enfermedad”.  

Y, sobre todo, cambiar la imagen que este tipo de niños y niñas tienen en la sociedad, “que se relaciona con mitos como la mera glotonería, la falta de esfuerzo o la pereza, factores que poco tienen que ver con la obesidad infantil”.