“Más de 7 de cada 10 jóvenes consideran que el cambio climático está causado sobre todo o exclusivamente por la actividad humana”. Los demás consideran que a esta se añaden también como causa determinados procesos naturales.

Así resume Toni Rodon, de la Universitat Pompeu Fabra las conclusiones de su investigación -realizada junto a Marc Guinjoan, de la Universitat Oberta de Catalunya- en la que se analizan las actitudes de los españoles en relación con el cambio climático; y, en especial, las diferencias entre el segmento de población joven y el resto de edades.

La investigación se ha publicado recientemente en el Observatorio Social de la Fundación “la Caixa” y parte de una encuesta realizada a 5.000 personas representativas de la población de nuestro país.

El cambio climático está entre las tres principales problemáticas actuales para la mayoría de los jóvenes

La mayoría culpa al ser humano

Los resultados de la investigación también muestran que el 41% de las personas entre 16 y 25 años y el 35% de las del grupo 26-32 años consideran que el cambio climático está entre las tres principales problemáticas actuales. La priorización del medio ambiente es muy inferior entre los mayores de 32 años.

Rodon señala que estas diferencias ya han sido establecidas desde hace tiempo por las ciencias políticas: “Hay una relación directa entre la edad y el comportamiento de la ciudadanía e incluso en las opciones políticas”.

La política no es un tema central para los jóvenes

La realidad no es como en las noticias

Aun así, las actitudes en edades cercanas a la mayoría de edad no se corresponden con lo que cabría esperar a juzgar por la actualidad informativa: “Por desgracia, la política no es un tema central para los jóvenes. Por eso, no están muy conectados con temas que aparecen a menudo en los medios de comunicación”.

Rodon explica la curva que muestran la mayoría de actitudes; “Cuando tenemos 18 años y votamos por primera vez, tienes como una especie de emoción. Luego cae muchísimo y va subiendo poco a poco hasta alcanzar un pico de participación hacia los 55 o 60 años, más o menos”.

Actitudes y comportamientos

Rodon cita al premio nobel de Economía, Daniel Kahneman, para explicar por qué el cambio climático es “el problema perfecto para no hacer nada o con el que los humanos nos es más difícil lidiar”.

Una situación que muestra la diferencia “entre actitudes y comportamientos”, como señala el investigador. “En nuestro país, en general, incluso en los jóvenes, la mayor parte de la gente dice que el cambio climático viene de la actividad humana y que somos culpables. Pero también hay discrepancia a la hora de pensar en qué hacer”.

Es decir, “¿estás dispuesto a no coger el coche todos los días para ir donde tengas que ir, a reciclar, a pagar más impuestos? Aquí es donde se genera gran parte de la discrepancia”. Cambiar el comportamiento “es mucho más difícil”, explica.

Los jóvenes sí que están un poco más dispuestos a cambiar su comportamiento en el futuro

Dispuestos al cambio

Los resultados de su investigación, no obstante, dejan abierta la puerta a la esperanza: “Los jóvenes sí que están un poco más dispuestos a cambiar su comportamiento en el futuro”. Aunque inmediatamente corrige: “Bueno, a decir que cambiarán su comportamiento. Si lo harán o no, ya lo veremos”.

Una expectativa que tiene su justificación: “Es normal, porque todavía tienen que construir su manera de vivir. No es como la gente mayor, que ya la tienen construida y, por tanto, es más costoso cambiar”.

Dinero antes que libertad

“Cuando haces políticas para el cambio climático -si dejamos de lado las de concienciación- son impuestos o restricciones en la libertad de las personas. Por ejemplo, si compras un coche que contamina, pagas más impuestos. O, si no tiene el distintivo correspondiente, no podrá entrar en el centro de las ciudades”.

Del análisis de las respuestas a la encuesta, se desprende que “la gente prefiere pagar a que se le restrinja la libertad”. En su estudio, los investigadores llevaron a cabo un experimento en el que preguntaban a los participantes si estarían dispuestos a que no se pudiese comer carne en los restaurantes un día a la semana.

Rodon explica que “a lo mejor fuimos un poco ingenuos, pero yo no voy a un restaurante todos los días y no poder comer carne un día en concreto a la semana, tampoco me parece importante”. Sin embargo, esta política fue la que generó más rechazo en los participantes, “incluso más que algunos impuestos”. Esa posible restricción de libertad ha sido también la menos aceptada en otros experimentos llevados a cabo por el propio investigador.

En el caso de los impuestos, estamos más dispuestos a aceptarlos, pero con una condición: “que haya un aspecto redistributivo. Es decir, que quienes contaminan más, paguen más; y que los ricos asuman una parte del coste mucho más elevada que los pobres”.