La Copa del Rey tiene esa capacidad casi única para generar ilusión allá por donde va. Para devolver al primer plano a clubes que parecían condenados a vivir del recuerdo. En esta edición, el torneo del KO no solo está repartiendo sorpresas: está resucitando a históricos que llevaban demasiado tiempo atrapados en el barro. El Real Racing Club y el RC Deportivo de La Coruña son hoy el mejor ejemplo de ello.
Dos escudos grandes del fútbol español. Dos equipos que conocieron Europa, noches de gloria y plantillas memorables. Y dos entidades que, en los últimos años, tocaron fondo: descensos, travesías por Primera RFEF, crisis deportivas y una distancia cada vez mayor con la élite. Hoy, sin embargo, ambos vuelven a verse reflejados en un mismo espejo: lideran LaLiga Hypermotion y han eliminado en Copa a dos equipos de Primera División como el Mallorca y el Villarreal. Con el trabajo realizado en las últimas campañas, ya comienzan a atisbar la luz al final del túnel.
El Sardinero vuelve a creer: el Racing tumba al Villarreal
La noche copera en El Sardinero fue algo más que una clasificación. Fue una declaración de intenciones. El Racing de Santander eliminó al Villarreal (2-1) con una actuación tan eficaz como simbólica, liderada por un Juan Carlos Arana que firmó un doblete antes de la media hora y desató una fiesta que recordó a tiempos mejores. El delantero, que se formó en la cantera groget desde la etapa juvenil, le dedicó los tantos a su tío, fallecido esta semana. Al marcar el primer gol, se levantó la camiseta para enseñar el siguiente mensaje: “DEP Tito TQM (Te Quiero Mucho)”.
José Alberto apostó por un once reconocible, fiel al bloque que venía superando rondas anteriores, mientras que Marcelino, viejo conocido de la casa, presentó un Villarreal con mezcla de titulares y jóvenes, pero con suficiente talento como para imponer respeto. No ocurrió. El Racing fue compacto, solidario y clínico. Dos tiros a puerta, dos goles. El primero, una acción de calidad pura tras recortar a Foyth; el segundo, aprovechando un error en la salida amarilla.
El Villarreal tuvo balón, pero no colmillo. Ni siquiera el empuje final tras el tanto de Ayoze evitó la eliminación. El Sardinero, con más de 20.000 aficionados, volvió a rugir como en sus grandes noches europeas. Y no es casualidad. Tras el encuentro, el protagonista de la noche, Arana, pidió disculpas por la celebración de los goles ante su exequipo: “Al Villareal me llevó Llaneza. Pido disculpas por haber celebrado el gol, pero hace una semana murió mi tío y es la fuerza que me ha dado para marcar estos dos goles”.
De Europa al abismo… y vuelta a empezar
El Racing no siempre estuvo ahí. En 2013 cayó de Primera División y empezó una travesía devastadora, con descensos encadenados, problemas institucionales y años de anonimato en categorías inferiores. Llegó incluso a vagar por Segunda B, lejos de aquellos días en los que competía en la UEFA y medía fuerzas con grandes del continente.
En aquella temporada, la 2008/09, el cuadro cántabro jugó en fase de grupos de la Europa League contra equipos que hoy son gigantes: el PSG y el Manchester City. Hoy, una década después, el equipo cántabro lidera LaLiga Hypermotion con 36 puntos y transmite algo que parecía perdido: estabilidad, identidad y ambición real de ascenso.
El Deportivo, del Superdépor al silencio… y al regreso
La historia del Deportivo de La Coruña es incluso más abrupta. Campeón de Liga en el año 2000, habitual de la Champions League y semifinalista continental en 2004, el Dépor fue durante más de una década un símbolo de estabilidad y ambición en la élite. Riazor se acostumbró a noches europeas, a plantillas repletas de talento y a competir sin complejos frente a cualquiera.
Pero ese estatus se fue erosionando poco a poco. Decisiones erróneas, problemas económicos y una desconexión progresiva con el proyecto deportivo empujaron al club a una caída tan lenta como dolorosa, que culminó con el descenso a Segunda División en 2018. Desde entonces, el Deportivo no ha conseguido regresar a Primera, encadenando decepciones y temporadas frustrantes que alejaron cada vez más el recuerdo del Superdépor.
El golpe más traumático llegó con el descenso a Primera RFEF, una categoría impensable para un club de su dimensión social e histórica. Años de proyectos fallidos, cambios constantes en el banquillo y una sensación de estancamiento que parecía no tener salida. Sin embargo, si algo nunca se quebró fue la fidelidad de su afición. Riazor siguió llenándose, incluso lejos del escaparate mediático, sosteniendo al club cuando ya no quedaba casi nada más.
Esta temporada, por primera vez en mucho tiempo, el paisaje es distinto. El Dépor marcha segundo en LaLiga Hypermotion con 32 puntos, transmite solidez y vuelve a competir con la sensación de que el ascenso no es una quimera. En la Copa del Rey, además, ha vuelto a dejar huella eliminando al Mallorca, un equipo de Primera, en una de esas noches que reactivan la memoria colectiva de Riazor y conectan presente y pasado.
La ilusión también se apoya en el césped. El Deportivo cuenta con una plantilla joven y reconocible, bien trabajada, y con futbolistas que representan ese nuevo impulso. Entre ellos destaca Yeremay, un jugador capaz de marcar diferencias en la categoría y de convertirse en símbolo del nuevo Dépor. No es aún el regreso definitivo, pero sí una señal clara: el Deportivo ha dejado de mirar al suelo. Y eso, para un gigante dormido durante años, ya es un paso enorme.
La Copa como espejo del futuro
Ni Racing ni Deportivo son ya proyectos nostálgicos. Lo que están haciendo en Copa no es solo una anécdota romántica: es un reflejo de su momento competitivo. Plantillas equilibradas, entrenadores con discurso claro y una conexión renovada con sus aficiones.
Ambos han demostrado que pueden competir de tú a tú con equipos de Primera. Que sus eliminatorias no son fruto del azar, sino de una estructura que empieza a sostenerse. Y que el regreso a la élite, por primera vez en años, parece una posibilidad tangible. La Copa del Rey, una vez más, ha cumplido su función más poética: recordar que el fútbol no siempre es lineal. Que hay caídas largas, sí, pero también regresos posibles. Y que algunos gigantes, cuando despiertan, no lo hacen para mirar atrás, sino para volver al lugar que les corresponde.