El turismo es la gran industria española, en una economía donde el 75% del Producto Interior Bruto está vinculado al sector servicios. En este marco, la sostenibilidad de este sector es fundamental para influir en una economía verde. Sin embargo, buena parte del turismo se basa en una movilidad que, a día de hoy, depende en gran medida de los combustibles fósiles, con una alta tasa de emisiones contaminantes. De ahí que la reducción de estas emisiones sea el principal reto, especialmente en la aviación, donde la electrificación no es viable como sí ocurre con los vehículos terrestre, aunque existen innovaciones como el SAF (Sustainable Aviation Fuel) que marcan ya el camino del futuro.

En el año 2019, antes de la pandemia, se alcanzó el récord mundial de turistas, con 1.469 millones de viajeros internacionales. El coronavirus cercenó esa tendencia y, en 2020 y 2021, las cifras apenas superaron los 400 millones, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). Sin embargo, la remontada es imparable tras la vacunación y en 2022 ya se rozaron los 1.000 millones de viajeros. Ante la vuelta a esa senda, la sostenibilidad del sector es una urgencia antes de volver a cifras récord.

El turismo y España

En España, el turismo supone el principal sector económico del país, el 12% del PIB. No en vano, antes de la pandemia, España era el segundo país que más turistas recibía, con 83,5 millones de viajeros recibidos, solo por detrás de Francia y sus 89,5 millones de visitas. En 2022, esas cifras empiezan a recuperarse, con 71 millones de turistas. Esto supone que 2,3 millones de empleos dependen del turismo, el 12% de los afiliados a la Seguridad Social. Y solo hablamos de llegadas internacionales, porque habría que sumar, en términos de movilidad, los 23 millones de viajes desde España al extranjero y los 80 millones de desplazamientos entre comunidades autónomas, como fruto del turismo interior que realizan los españoles.

En términos mundiales, el turismo supone el 8% de las emisiones del total, de las que el 75% se producen durante los desplazamientos.Y la situación es más compleja en la aviación, donde la electrificación no es tecnológicamente viable y se produce el 2,5% de todas las emisiones del mundo: el equivalente a las emisiones totales de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Polonia, España, Países Bajos y Bélgica juntos. 

Las cifras de la aviación en España son contundentes: el 80% de los turistas que nos visitan llega en avión y el 72% de nuestro tráfico aéreo es internacional. Cada día, España registra 3.257 vuelos diarios de media, lo que nos convierte en el tercer país de Europa con mayor volumen de aviación.

El futuro de la aviación

En este panorama, una de las principales alternativas en la aviación es el SAF, un combustible líquido con las mismas características y especificaciones que el queroseno, pero con un 90% menos de emisiones de CO2. Su incorporación en los aviones no requiere de ningún cambio técnico y en la actualidad va mezclado con el queroseno en hasta un 50%. 

El SAF puede producirse por dos vías: reciclando aceite de cocina o residuos vegetales o ganaderos, como un biocombustible de segunda generación que contribuye a la economía circular; o con hidrógeno renovable y CO2, dando un combustible sintético. A día de hoy, 450.000 vuelos de 50 compañías diferentes ya se han hecho con esta tecnología, un 1% del total a pesar de que su uso no es obligatorio. 

En la actualidad, el SAF tiene por delante varios retos, como su coste, que es entre 3 y 5 superior al del queroseno -y sin incentivos de las administraciones públicas para reducir su precio-, o su producción, que en comparación es solo el 0,1% del queroseno producido. Además, este combustible no cuenta con un marco regulatorio que dé certezas sobre su futuro para que las empresas se animen a invertir en él. A esto se suma que la actual crisis energética y la inflación han relegado la importancia dada a las energías renovables y la sostenibilidad.

No obstante, el futuro ofrece varias oportunidades para el SAF. Europa ha estipulado una introducción paulatina de las mezclas con queroseno, empezando por un 2% para 2025 y llegando al 70% (un 35% sintético) para 2050. Para esa fecha, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), formada por 300 compañías que aglutinan el 83% del tráfico aéreo mundial, se ha comprometido a llegar a las cero emisiones netas. Y el avance hacia la descarbonización se ha visto respaldada por la creación en abril la Alianza para la Sostenibilidad del Transporte Aéreo, formada por 900 empresas.

En España y Portugal, Cepsa aspira a liderar la fabricación de SAF y se ha marcado el objetivo de poder producir 800.000 toneladas de este combustible para 2030. En nuestro país, hay empresas energéticas y aéreas dispuestas a colaborar con Cepsa, como son  Iberia, Iberia  Express, Vueling, Etihad, TUI, Wizz Air, Volotea, Air Nostrum y Binter.

El coche eléctrico no arranca

Además del transporte aéreo, el otro gran reto del turismo está en las carreteras. No hay que olvidar que un 85% del turismo nacional se mueve por carretera y realiza turismo interior. Pero también los turistas extranjeros suponen una cifra nada desdeñable: es el segundo medio preferido por los viajeros internacionales, después del avión, y un 15% del total (11 millones) llegaron así a nuestro país.

En este campo, la electrificación sí es viable, pero el coche eléctrico no termina de arrancar al ritmo deseado. Mientras que en Europa la media de venta de vehículos eléctricos e híbridos enchufables está en el 21,6%, en España apenas llega al 10%. Parte de la explicación se suele buscar en los puntos de carga: pese al compromiso de España de estar entre 80.000 y 110.000 en 2023, hay 18.000 en la actualidad, de los que solo hay 200 ultrarrápidos. La necesidad de aumentar estos puntos de carga también implica una estrategia de reparto equitativo por el territorio nacional para poder cubrir viajes largos.

Ante esta situación, una alternativa viable son los biocombustibles, que pueden incorporarse en los vehículos tradicionales sin hacer cambios en los motores ni en los sistemas de distribución. Además de fomentar la economía circular, los combustibles de segunda generación ya cuentan en España con tecnología para su desarrollo. En la actualidad, los combustibles renovables ya van mezclados en un 10,5% con los combustibles convencionales.