Unai Sordo (Barcaldo, 1972) ha narrado en una entrevista realizada por ElPlural.com el motivo por el que todo el mundo, a su juicio, debería afiliarse a un sindicato y dar la batalla interna en la consecución de derechos laborales. En medio de negociaciones por la nueva reforma laboral, las cotizaciones sociales para garantizar las pensiones de los baby boomerslos Presupuestos Generales del Estado y el reparto de fondos europeos para construir un mercado mucho más digitalizado y sostenible, entre otras cosas, el líder sindical de CCOO explica sus diferencias y similitudes con UGT. 

Además, y sin rehuir a la pregunta, Sordo también habla sobre Solidaridad, el sindicato de Vox encabezado por Rodrigo Alonso. Su respuesta es clara: Solidaridad no es un sindicato, sino "una avanzadilla neofascista para servir a los intereses del capitalismo más cutre de España". Recopilamos aquí el fragmento (si quiere leer la entrevista completa puede hacerlo clicando sobre este enlace).

P: Venimos de una semana en la que el Gobierno de coalición de Podemos y PSOE se han estado peleando y, en cambio, su coalición con UGT parece de hierro. Imagino que tendrán sus diferencias, pero como convencería usted por ejemplo a un trabajador de que se afilie a Comisiones Obreras y no a UGT.

R: Yo siempre digo que un trabajador lo que tiene que hacer es afiliarse a un sindicato y luego lógicamente le intentaría convencer de que fuera a Comisiones Obreras. Porque yo creo que tenemos la propuesta sindical más sólida que existe en España. Somos la organización más grande, con mayor presencia en el conjunto de sectores de la actividad y creo que respondemos mejor que nadie a los retos que tiene la clase trabajadora. Pero, en efecto, nosotros tenemos una relación de unidad de acción con UGT. Y una relación de competencia cooperativa, es decir, competimos en las elecciones sindicales, pero a partir de ahí conformamos una propuesta muy armada y muy consensuada en materia de política sindical. Y esto es un valor enorme para los trabajadores y para las trabajadoras, porque tanto la patronal como los Gobiernos saben que entre Comisiones Obreras y UGT podrá haber matices, pero no va a encontrar una falla que debilite la posición de negociación de los trabajadores. Y esto es muy importante.

P: ¿Y esta petición a los trabajadores de que se afilien a un sindicato también valdría para Solidaridad de Vox? ¿O no es un sindicato?

R: No, yo me refiero a un sindicato destinado a defender los derechos de los trabajadores y no a ser una avanzadilla neofascista para servir a los intereses del capitalismo más cutre de España.

P: De hecho, Vox ha pedido ahora en una propuesta de ley que se rebaje la proporcionalidad por la que a un sindicato se le considera representativo. ¿Se imagina usted el día de mañana en una negociación colectiva con este sindicato?

R: A mí me gusta hablar de las cosas que existen y de las cosas que son virtuales, en fin… En Comisiones Obreras somos casi un millón de personas afiliadas, con 5.600 secciones sindicales, con presencia en centros de trabajo donde está el 54% de los asalariados de este país, con un nivel de autofinanciación de un 84%, con 130 millones que recaudamos en cuotas de nuestra afiliación. Estamos hablando de la mayor organización de España, que lógicamente dedica 0,1 décimas de segundo a pensar en una organización que realmente es virtual.

P: Esto también es virtual, pero las encuestas parece que lo revalidan un poco más. ¿Se imagina negociando el día de mañana con un ministro, quizás no de Empleo sino de Empresa de Vox?

R: Bueno, yo soy de los convencidos de que como den los números, el Partido Popular y Vox van a configurar un gobierno en España. Y si eso fuera así, lógicamente ese sería el interlocutor institucional que tienen los sindicatos. Pero ese escenario sería bueno descartarlo por la vía de los hechos y eso pasa por reforzar una agenda social que haga entender a la mayoría social de este país que no es conveniente integrar la ultraderecha en el Gobierno de su país, porque creo que tiene unos riesgos de calidad democrática como no hemos conocido en las últimas cuatro décadas en España