El petróleo es una de las claves para explicar económicamente este endiablado 2020. A la pandemia de la Covid-19 y el confinamiento se sumó la guerra entre productores con Arabia Saudita y Rusia al frente. Se vivieron jornadas históricas donde el oro negro llegó a bajar hasta los 19,33 dólares con precios incluso negativos, como en los tipos de interés. Una locura.

Las aguas se han serenado y el petróleo se mueve en torno a los 40 dólares por barril en su variedad Brent cuando comenzó el año en los 66 dólares. Hay una bajada muy justificada del precio de esta materia prima que marca el camino al resto; de un lado la incertidumbre de la pandemia y el menor consumo, y de otro, el peso cada vez mayor de las energía renovables en el mundo. Con retrasos y dificultades, Europa, principalmente, pero también la economía global está sustituyendo el petróleo por otras fuentes como la eólica y sobre todo la solar fotovoltaica que ya es competitiva.

Sin embargo, la caída del barril no acaba llegando de forma clara a los consumidores de sus derivados como la gasolina o el gasoil. Tomando como referencia junio de 2018 cuando alcanzó los 78,89 dólares el barril Brent, el oro negro se ha depreciado casi el 50% de su valor frente a los 40 dólares de ahora. Sin embargo, el precio total de la gasolina 95 estaba entonces en 1,341 euros el litro y actualmente en los 1,17 euros por litro de media en las gasolineras de España. Esto supone un descuento de solo el 13%.

Pero sería poco justo hacer esta comparativa si contar con los impuestos que representan casi las dos terceras partes de lo que finalmente paga el consumidor cuando llena el tanque de su automóvil. Descontando los impuestos, el precio de la gasolina 95 era en junio de 2018 de 0,644 euros, mientras que ahora el coste se sitúa en los 0,49 euros. Con este dato –sin tener impuestos los impuestos de hidrocarburos e IVA- la rebaja es del 23%. Supone algo menos de la mitad en relación con el precio del petróleo Brent en bruto.

Así, las petroleras están aprovechando este momento de caída del precio del crudo para aumentar claramente sus márgenes de ganancias. Es un sector que ha estado este año muy tocado, lógicamente por el desplome del consumo pero solo reflejan en el precio final de la gasolina la mitad de lo que se ha reducido su coste. Obviamente, estas compañías tienen costes por el refino, la distribución, etcétera, pero no existe ningún elemento que haya encarecido esos procesos para que no pudieran repercutir todo lo que ha bajado la materia prima.

Otro viento que ha soplado a favor de las petroleras europeas es el descenso del valor del dólar estadounidense en el que se pagan estas transacciones respecto al euro. La divisa europea se ha revalorizado un 9% frente al billete verde por lo que las compras se han abaratan en igual porcentaje. Los actuales 40 dólares a los que se compra el barril suponen realmente un pago de 34 dólares por los 159 litros que caben en cada barril.

Para este año y todo 2021 el precio del petróleo estará determinado por la marcha de la Covid-19 y su efecto sobre el crecimiento de las economías. Hay una tendencia de fondo de reducir significativamente la dependencia de los combustibles fósiles, pero a corto y medio plazo es la marcha de las economías la que decidirá su precio. Los analistas sitúan el barril Brent en torno a los 41 dólares de media para el conjunto del año y no esperan subidas mucho más relevantes para 2021 donde se moverá en término medio en una horquilla entre los 41 y los 45 dólares. Las mejorías en China y Estados Unidos será la clave.