Existe cierto grupo de desalmados que rechazan la importancia que se le está dando a Venezuela desde nuestro país. Que no aprueban que Albert Rivera se haya chupado 14.000 kilómetros de viaje para que le veamos llorar en Caracas, o que el país bolivariano se haya convertido en la 53ª circunscripción electoral de nuestro país. Incluso hay quien se atreve a acusar al Gobierno en funciones de usar medios públicos para hacer campaña, al haber convocado al Consejo de Seguridad Nacional para estudiar el riesgo que sufren los españoles que viven en Venezuela.

Pero, como se verá, todo este despliegue está justificado de sobra:

Venezuela es un país vital para la economía española. Las importaciones de este país hacia España rozan los 6.000 millones de euros, lo que supone el 2% del total. El dato es incluso más relevante si nos fijamos en lo que exportamos a Venezuela. En 2015, fueron 6.134 millones de euros, con una subida del 5,1% respecto a 2014. ¡Son nuestro primer mercado en el continente y el segundo fuera de la Unión Europea, sólo por detrás de Estados Unidos!

¿Y qué me dicen de los ciudadanos de Venezuela que viven en nuestro país? Estamos hablando de 600.000 inmigrantes, pero antes de la crisis rozaban el millón. A día de hoy, suponen el 12% de los extranjeros que residen en España y son el segundo mayor grupo de todo el país. Y eso sin olvidar a los 13.000 españoles que se estima que viven en Venezuela.

Españoles que viven en un país que está a un paso de convertirse en un régimen autoritario, según el índice de democracia que elabora The Economist. Un país que, hasta hace bien poco, fue una colonia de España y sobre el que aún tenemos una responsabilidad, por muy paternalista que sea. Sobre todo, cuando el Gobierno venezolano esquilma, persigue y tortura a los indígenas que viven en su territorio.

De estos indígenas, hay un caso de 13 presos políticos que llevan más de cinco años detenidos y varias huelgas de hambre que no han servido para ablandar ni un ápice al régimen venezolano. Según las ONG, los indígenas que sufren prisión son 41, a los que hay que sumar a otros 300 presos políticos.

A estas alturas del artículo, algunos ya habrán notado la trampa y que no estábamos hablando del país de Hugo Chávez. Todos los datos son reales, pero sólo hace falta cambiar la palabra Venezuela por Marruecos. Y a los indígenas por los saharuis. Porque los mismos datos venezolanos, comparados con los marroquís, son ridículos.

Marruecos es un país del que nos separan 14 kilómetros (una distancia 500 veces menor que la que hay de aquí a Venezuela) y con el que compartimos varias fronteras. Cuya estabilidad es vital para España, o al menos más importante que la que supone Venezuela.

Y no verán a ningún político español haciendo campaña electoral en Rabat. Esos viajes se reservan para la tradición de que el presidente del Gobierno electo haga allí su primera visita de Estado, o las visitas de nuestro Rey al sátrapa alauí, para llamarse entre ellos “primo”.