El panorama de la inversión sin riesgo sigue muy sombrío y parece que se va a oscurecer más con las últimas declaraciones del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, de volver a aplicar medidas que dejen el precio del dinero en negativo. La posibilidad de que el banco cobre por tener depositado el dinero está cada vez más cercana.

El ahorrador sigue buscando desesperadamente algo que permita rentabilizar su ahorro que mes a mes se deprecia por efecto de la subida de la vida. Una solución sencilla y menos arriesgada, dentro de lo posible, es la de invertir en índices bursátiles. Actualmente el Ibex 35 de la Bolsa española acumula una ganancia anual cercana al 8%, aunque ésta es una de las más bajas en comparación con otros mercados europeos y, sobre todo, los estadounidenses que siguen en máximos históricos. Aquí pesan mucho los bancos y su mal comportamiento condiciona la marcha del indicador. El 8% de ganancia del Ibex se produce entre el 68% de subida que ha registrado la compañía Cellnex en el año y el 29% que ha bajado la papelera Ence, acompañada los bancos medianos.  La fórmula más apropiada para invertir en estos índices de la Bolsa es hacerlo a través de fondos ETF, también llamados fondos cotizados.

Además de contar con menos comisiones que el resto de fondos de inversión, permiten hacer una apuesta por todo el mercado, a sabiendas de que a largo plazo el mercado de acciones suele ofrecer la mayor ganancia frente a otras formas de inversión financiera. Una de las principales ventajas es su diversificación. El inversor está apostando por una cartera de valores ya seleccionada entre las compañías más líquidas y más grandes del mercado. Algo que sería prácticamente imposible de hacer si se invirtiera de forma directa en cada valor y además supondría un coste de comisiones altísimo.

Estos fondos que se pueden adquirir fácilmente en una oficina bancaria, se encargan de replicar la evolución de un índice concreto de la Bolsa. Lo hacen mediante la compra directa de las acciones –ellos sí pueden hacerlo por tener mucho volumen-, a través de la compra de futuros financieros ligados a la evolución del indicador o con el muestreo de los principales valores, aquellos que tienen un mayor peso en su marcha.

Otro beneficio añadido es el de evitar quedar atrapado en un valor concreto que atraviese una mala situación financiera y que finalmente entre en quiebra. Estos casos se suceden con demasiada frecuencia en Bolsa. No olvidemos valores como Banco Popular, Fadesa, Vértice, Pescanova o la salida al mercado de Bankia.

El único inconveniente que tienen los ETF frente al resto de fondos de inversión es su fiscalidad. Así, en los fondos de inversión se permite el traspaso de uno a otro sin tributar a Hacienda, mientras que en los fondos cotizados esta posibilidad no existe y no pueden traspasarse por lo que en el momento de la venta hay que tributar.

El inversor solo tiene que estar pendiente de la tendencia general de la Bolsa para colocar su dinero en ETF. Se elige el mercado que mejores expectativas tenga de subida y se realiza la compra. Cuando se cumpla la ganancia que se marque el ahorrador, llega el momento de la venta. También pueden ser adecuados para especuladores. En el comportamiento, por ejemplo, del Ibex 35 a lo largo de los últimos meses se aprecia que se repite una pauta: cuando toca los 9.400 puntos, vuelve a retroceder hasta los 9.100-9.200 puntos.  Con los ETF es posible vender en los niveles más altos y volver a recomprar cuando toca los más bajos. Estrategia a corto plazo que puede resultar muy rentable, aunque siempre se recomienda una visión con un horizonte temporal más largo.

Una opción de riesgo pero mucho más moderada que la compra directa de acciones en el mercado. Los ETF pueden ser una estupenda opción para familiarizarse con el riesgo de los mercados de acciones a un coste bajo y con la posibilidad de deshacer rápidamente la posición y esperar a tiempos mejores.