Que los artistas españoles no siempre pueden ganarse las lentejas en casa no parece un cuento, a la luz del estudio `La Actividad Económica de los/las Artistas en España´, publicado el pasado febrero por la Fundación Nebrija.

Según sus datos, mientras que en territorio nacional casi la mitad de los artistas -el 46,9%- percibe, por su trabajo, menos de 8.000 euros anuales -por debajo del salario mínimo interprofesional-, y el 73,8% no puede subsistir solo con su actividad creativa, el porcentaje de ellos afincado en el extranjero con ingresos inferiores a 8.000 euros al año baja bastante, al 37,3%, y el del grupo que gana más de 50.000 euros sube al 6,8%.

Elitismo cultural

El consumo cultural del público español, con todo, repuntó en 2015 tras años en caída libre, según el más reciente informe de la Fundación Alternativas, que señala que ese año se produjo un gasto medio por hogar en cultura de 651,4 euros, elevando el porcentaje del sector a un 2,5% del PIB.

Estados Unidos, en especial Nueva York, parece un lugar muy estimulante en el que fijarse, hay un diálogo artístico con discursos muy inspiradores, mientras que en España, el desarrollo artístico está bastante penalizado por la política cultural, aunque ahora parece que por fin han bajado el IVA de las entradas, tras machacarnos durante años.

El contexto económico y social ayuda. El apoyo a la cultura en otras ciudades del mundo como Berlín suele tildarse de superior, la mencionada ciudad es un hervidero de creatividad y ofrece bastantes posibilidades en lo que a formación y creación se refiere. Y, por qué no decirlo, también están esas ayudas sociales que garantizan que no te vas a quedar en la estacada. Allí, también se suele indicar, aprecian su cultura, a sus intelectuales y artistas, y hay teatros en los que se puede pagar por entrar a ver una función unos tres euros solamente, te sientas en los escalones o allá donde pilles un hueco, y las entradas no suelen tener, en ningún caso, un precio prohibitivo, como ocurre muy a menudo entre nosotros.

Sin intención de arriesgar

Además, en los teatros españoles durante mucho tiempo se ha caído en la excesiva obsesión de hacer un teatro que contente a una mayoría, y solo desde hace poco empieza a apostarse por integrar otros lenguajes posibles, además de que a veces se ha confundido la ética del discurso con la calidad de la obra. Como público, a veces, en ese sentido nos ha faltado madurez, si bien en los últimos años se ha hecho un gran avance y sí se está dando cabida a autores jóvenes, nuevos directores, nuevas propuestas. En la misma línea, la Fundación Alternativas, en su mencionado informe, insta a la red pública de teatros a reconvertir una parte de los teatros de titularidad pública en centros de creación al modo francés.

La condena de la rentabilidad

Otro punto en contra es la condena de la rentabilidad que existe en lo institucional. Si no se tiene un público masivo, si no se reslta rentable, a los espectáculos los eliminan. También la formación artística parece una asignatura pendiente en España. En Alemania, se puede acceder fácilmente a la Universidad de las Artes para estudiar un par de cursos a precios muy asequibles, encontrar mucha motivación en la gente para arrancar con proyectos (aunque no muchos lleguen a terminarse, ojo), y también siento que se hace mucho con poco.