Está claro que el inversor le ha dado la espalda a los bancos. Ni siquiera la fusión de Caixabank con Bankia ha logrado mantener en el tiempo un poco de optimismo sobre estos valores. Eso sí, estas dos entidades son dentro del Ibex 35 las que menos caen en el año con el -33,53% para la madrileña y el -33,36% para la valenciana (no sé si esto será muy correcto).

Con un panorama muy complicado para hacer negocio con los tipos a cero o negativos y con muchas de sus inversiones en el extranjero seriamente tocadas por la Covid-19, que se ceba especialmente en los países emergentes, la cosa no está fácil. Cierto es que el sector bancario está ajeno a la crítica, aunque los grandes inversores andarán por detrás pidiendo algún tipo de gratificación a la inversión realizada.

Las caídas de los bancos en este 2020 son estrepitosas. El Banco Sabadell pierde el 71% de su valor, Santander se deja el 56,65%, BBVA el 53,2% y Bankinter el 41,2%. Y es que además de la caída de su actividad fruto de la pandemia (menos compras de viviendas, menos compras de coches, etétera) se suma un panorama complicado si aumenta la morosidad de los créditos concedidos. Ya está repuntando esa morosidad que puede crecer de forma alarmante si el paro se dispara en nuestro país o en otras latitudes donde tienen intereses.

La ocurrencia de las entidades durante la pasada semana para alegrar un poco la cotización y poner remedio al descalabro ha sido el anuncio de vuelta al dividendo. Por poco que se dé -0,10 euros ha ofrecido el Banco Santander- con los actuales precios se conseguirían rentabilidades por dividendo de nada menos que el 12,5%. BBVA o Unicaja también se han sumado a este estímulo de retornar a los pagos al accionista, aunque el Banco Central Europeo (BCE) se muestra remiso a estos abonos hasta ver los efectos de la Covid-19 sobre el negocio.

Es más, la presidenta de Santander, Ana Botín, ha anunciado la compra de 200.000 euros en acciones de su entidad como muestra de la confianza en que el banco deberá recuperarse de tan duro castigo en Bolsa que le ha llevado a capitalizar la modesta cifra de 26.800 millones de euros. Ahora, el banco cántabro es el tercer valor más grande del Ibex, por detrás de Inditex e Iberdrola y le pisa los talones Cellnex con 26.200 millones de valor.

¿Servirá la vuelta del dividendo en los bancos para atraer a los inversores y lograr así recuperar parte del valor perdido? Pues sencillamente parece muy complicado. Un buen ejemplo lo tenemos en la operadora Telefónica que este 2020 pagó 0,193 euros brutos por acción, concretamente a comienzos de julio. Ese día la acción cotizaba a 4,151 euros por acción y a fecha de hoy cada título se puede comprar por 2,975 euros. El dividendo no ha frenado la caída de la firma presidida por José María Álvarez-Pallete y ha seguido su imparable pérdida de valor (capitaliza 15.600 millones de euros).

En lo que va de año, las acciones han bajado el 52,11%, en línea con el retroceso de la banca, aunque ésta sin pagar dividendo alguno a su accionariado. Estamos en un momento en el que los viejos estímulos que antes funcionaban ahora se cuestionan. El inversor no está tan preocupado por recibir anualmente una parte del beneficio obtenido por la empresa. Su verdadera inquietud es sobre el futuro de la compañía y cómo sabrá moverse en este entorno de crisis que se superpone a un cambio radical en el modelo de la economía.

Las viejas fórmulas ya no son útiles. Los bancos, seguramente, tampoco deberían repartir dividendo en 2021. Sería bueno esperar a ver una clara mejoría de sus resultados y la explicación de estrategias que les saquen de este difícil momento por el que atraviesan. Dividendo sin claridad es pan para hoy y hambre para mañana.