No me son ajenos los problemas que atraviesa la banca española y europea en general con unos tipos de interés cero o negativos donde el Banco Central Europeo -pese a la última relajación- les cobra por tener depositados allí sus ahorros. Una medida que la banca ha trasladado a las grandes empresas y que ya empieza a hacer con medianas y pequeñas aunque de forma directa aún no alcanza las cuentas corrientes de los particulares. Todo se andará.

Los bancos -ya sin cajas de ahorros de por medio, salvo como fundaciones patrimonialistas- deben afrontar un gran reto tecnológico y de rentabilidad anunciado hace años y con la competencia de las llamadas Fintech. Pero me temo que en esta profunda transformación en parte realizada con el numeroso cierre de oficinas y despidos y, en parte, aún por hacer, están sacrificando al cliente. Lo peor es que creo que lo hacen a sabiendas y en un contexto de escasa competencia. Todo apunta a un pacto tácito en el que ningún banco quiere abrir guerra alguna ni por precio ni por servicios.

Santander y BBVA han comenzado con la eliminación de cuentas como la 123, poniendo el foco en la subida de comisiones. En este contexto de bajos márgenes financieros es lógico que haya que buscar comisiones pero que estas se cobren por servicios que aporten valor al cliente y no por el mero hecho de ser cliente. También intentan con toda lógica trasladar el dinero de los depósitos hacia sus fondos de inversión que, lamentablemente y salvo honrosas excepciones acaban con rentabilidades muy bajas o pérdidas donde únicamente gana el que cobra anualmente la comisión por gestionar el fondo, o sea, el banco. No es una opinión personal, sino que la propia Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) apuntaba el pasado mes de mayo que “Los fondos de inversión de los bancos son los que menos rinden. El organismo presidido por Sebastián Albella ponía los datos sobre la mesa: los fondos de los bancos ganan un 2,8% de media, frente al 4,3% que ofrecen los de gestoras independientes. Y esto no es nuevo, ya lleva muchos años repitiéndose esta situación.

En las sucursales, los bancos se han convertido en una especie de billares donde yo jugaba de adolescente a los marcianitos. Entras y te dicen que vayas a esa o a aquella maquinita pese a que los trabajadores aparentemente estén desocupados o dirigiendo al personal en vez de hacerle la gestión. Algunas sucursales de bancos han cerrado directamente sus cajas donde atienden a sus clientes en las cosas más básicas como ingresar o sacar dinero o pagar recibos que muchos -por lo que sea y están en su derecho- no les apetece domiciliar.

Varios bancos acaban de anunciar que empezarán a cobrar por sacar o ingresar dinero en ventanilla a sus propios clientes. Y además, el horario de las cajas se ha reducido hasta las 11 horas de la mañana como muy tarde, estableciendo diferencias para clientes o no clientes por lo que estos últimos tienen antes bajado el telón de esta atención. Lógicamente, son las personas mayores las habituales usuarias de la caja bancaria. Además de un menor conocimiento tecnológico, siempre les da una mayor seguridad ese trato humano, esa cercanía de poder decir que el viernes vine y “usted me dio 500 euros de mi cuenta para pasar el mes. ¿Se acuerda Mariano?”

Pues nada, todo dificultades. Los mayores deberán madrugar y en tiempos de ahora como los de la pandemia esperar largas colas en la calle bajo las inclemencias climatológicas: hay que mantener la distancia y colocarse en fila india.

Una realidad visible a diario en las calles de pueblos y ciudades que luego contrasta con los grandes discursos que pronuncias sus máximos directivos sobre la responsabilidad corporativa. La responsabilidad corporativa, entiendo yo, que debería pasar primero por los clientes. Pero ahora más que una bendición, son un lastre para las entidades financieras. Y, sobre todo, aquellos a los que no pueden colocar fondos de inversión, fondos de pensiones, seguros, hipotecas, créditos al consumo o un leasing del coche. Entonces, ya eres un perfecto maldito para la banca. La exclusión financiera está en marcha de forma consciente y en una sociedad y una economía en crisis se puede extender a capas muy amplias de la población a los que quedará en el recuerdo que la banca les dio la espalda, que les echó directamente.

Si los políticos no llegan a cargarse las cajas de ahorros… ¡Qué buen invento!