Vivimos tiempos de mirar por el retrovisor. Hay que irse hasta 1985 para recordar niveles de dos dígitos en la inflación española correspondiente al mes de junio. También en las bolsas vivimos tiempos históricos y el índice estadounidense S&P 500 no ha tenido un semestre tan malo desde 1970 (este indicador baja el 20% en el año, mientras que el tecnológico Nasdaq 100 pierde el 29%). En el caso de España, con una caída del índice bursátil Ibex 35 del 9%, volvemos a los tiempos de recorte vividos durante la reciente pandemia del Covid-19.

Con las caídas generalizadas de los mercados de acciones, las pérdidas en los bonos y la nula rentabilidad de las cuentas corrientes, el panorama para los ahorradores es, simplemente, desolador. Únicamente, el precio de la vivienda sigue subiendo. Esta misma semana la firma la firma Tasaciones Inmobiliarias (Tinsa) ofrecía los datos del primer semestre: El precio medio en España mantiene el impulso de meses anteriores y se incrementa un 2,4 % desde el trimestre anterior, situando en un 8,2 % el aumento en el último año. Una situación de euforia pero que se complica ya que el esfuerzo teórico de compra se incrementa tres décimas en España desde el trimestre anterior, hasta un 31 %. En Baleares alcanza el 53%, y, entre las grandes capitales, Barcelona (46,6%) supera el esfuerzo medio de Madrid (42,9%) y Málaga (40,6 %).

“Continuamos observando una demanda activa que se combina con una oferta limitada y tensiona los precios al alza, pese a que las cifras acumuladas de compraventas muestran una ligera desaceleración respecto al mismo periodo de 2021”, apunta la directora del Servicio de Estudios de Tinsa, Cristina Arias. La política de incremento de tipos del BCE para contener la elevada inflación hace prever, en opinión de Arias, “un encarecimiento del nuevo crédito hipotecario, que, dada la sensibilidad de la demanda de vivienda a variaciones en los tipos de interés, puede modificar las intenciones de compra de los hogares”.

También Sociedad de Tasación ha publicado su estudio referido a la vivienda nueva. El estudio concluye que el precio de la vivienda nueva mantiene su tendencia al alza en todas las comunidades autónomas, en un contexto de gran dinamismo en el mercado (aumento de transacciones de vivienda y concesión de hipotecas), presión inflacionista e incremento de los costes de construcción.

Juan Fernández-Aceytuno, consejero delegado de Sociedad de Tasación, explica que “el precio de la vivienda nueva ha acelerado su crecimiento en el primer semestre de 2022, registrando en junio un incremento del 6,4% en comparación con el dato de hace doce meses. Este aumento se está dando de forma generalizada en las 17 comunidades autónomas, y vendría determinado fundamentalmente por la escasez de oferta, la anticipación de compras ante un posible incremento de los tipos de interés y el impacto del mercado de inversión”.

Como apuntan los expertos inmobiliarios existen interrogantes si suben los tipos de interés y también podrá haber un desplazamiento de dinero desde las casas a activos financieros cuando éstos mejoren. Pero hay una enseñanza de fondo que se ha repetido históricamente durante las crisis generadas por una elevada inflación: la compra de bienes reales frente tener el dinero en el banco o adquirir bonos.

Todos los analistas coinciden en que aún es pronto para invertir en acciones, pero éstas son los bienes reales financieros más importantes. Por ejemplo, desde Bankinter apuntan a que habría que entrar cuando el índice S&P 500 alcance los 3.400 puntos (actualmente se mueve en los 3.800 puntos). Los únicos, junto con el inmobiliario, que han dado respuesta a inflaciones altas durante periodos largos de tiempo. El miedo actual para entrar en las bolsas es muy grande, pero en un escenario de altos precios, el ahorrador debe estar pendiente para pasar su dinero hacia las empresas con sus productos, sus negocios, sus estrategias, sus beneficios, sus dividendos…

Hablar en estos momentos de invertir en acciones puede resultar paradójico. La caída de las bolsas abre oportunidades de inversión que se repiten muy pocas veces, solo durante los cambios de ciclos económicos. Oportunidades que, por culpa del miedo, casi siempre solo acabamos ver pasar.